Capítulo 5
Entré en la biblioteca con cara de pocos amigos. Saludé a todos y me apresuré a sentarme en el mostrador antes de que el viejo, digo, el jefe, me reprochara por holgazanear. Empecé a ordenar las fichas por apellidos y aparté las que tenían libros para devolver atrasados.
Estaba concentrada anotando datos, cuando alguien apoyó un libro frente a mí con suavidad. Levanté la vista para identificar al individuo y para mi sorpresa no tan sorpresa, era Brandon.
¿Cuántas veces nos habíamos cruzado en este corto espacio de tiempo? Me resultaba un tanto extraño que apareciera en cada una de mis rutas cotidianas. E incluso se veía contento de verme en todas partes. Yo no tenía el mejor humor del mundo, así que no compartía a plenitud aquel feliz sentimiento. Pero, aún con las sospechas y mi guardia alta, mi ánimo se elevó un poco con la presencia de mi nuevo conocido. Su sonrisa amigable y sus mejillas levemente sonrojadas abrían una brecha en mis muros defensivos.
—Devuelvo el libro, a nombre de Spencer —dijo con su cabeza ladeada.
—Gracias —sonreí en respuesta, me resultaba imposible no tener esa reacción cuando hacía eso. Es que se veía demasiado tierno y ahora que sabía que era más chico que yo, mi respuesta era más intensa. Era una ternura a grado doble.
Busqué en las fichas de los miembros y saqué la suya. Completé los datos con lentitud, porque todavía no estaba acostumbrada al método y no quería ser reprendida por cometer algún error. Me hacían un favor al permitirme trabajar en la biblioteca sin contar con preparación previa, por lo que me esmeraba en reducir mi rango de faltas. Ya había manchado mi historial con la cuestión del café y no deseaba empeorar mi condición.
—¿Qué tal tu día, Amy? —preguntó Brandon, iniciando la conversación mientras mi mirada estaba enfocada en el papel.
—Grandioso —dije con mi mejor tono neutral. No tenía ganas de que me preguntara nada, así que intenté que mi voz no revelara ningún atisbo de fastidio—. ¿El tuyo?
—Mmmm... Aburrido. La universidad no es tan difícil como me lo pintaron.
Con una sonrisa amargada le contesté:
—¿Te parece? —Brandon solo se encogió de hombros—. Dime eso dentro de seis meses.
Me reí de su expresión, estaba totalmente en desacuerdo. Ay la juventud y la inocencia...
—¿Qué cosa es difícil? —preguntó cuando terminé con la ficha y se la entregué para firmar.
—No lo sé... es algo que tendrás que comprobar por ti mismo. Lo que me cuesta a mí, no necesariamente será difícil para ti y viceversa. —Brandon me devolvió la ficha y se quedó pensativo frente a mi escritorio. Era un poco incómodo que no se fuera, así que aceleré el proceso—. Que tengas un lindo día.
En ese momento, despertó de su ensimismamiento y sacudió levemente la cabeza en respuesta.
—Claro, tu también. Nos vemos luego, Amy —saludó al tiempo que ladeaba su cabeza.
Ay, que cosita linda.
Seguí con mi trabajo y mi día terminó de manera aburrida, pero celebraba la inexistencia de incidentes. Yo era la clase de persona que atraía las desgracias, por lo que era significativo que nada me hubiera ocurrido.
Excepto lo de volleyball...
Me acosté, luego de llamar a Pam y preguntarle cómo estaba.
Fue un alivio que el resto de mi semana transitara en calma, asistí a las clases, a los entrenamientos y luego al trabajo. En un principio, me costó un poco acostumbrarme al ritmo de vida, pero luego de casi siete días ya me sentía con más energía. Era una cuestión mental no tanto física.
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Ella es mi monstruo
Teen FictionCuando Amy Reeve comenzó la universidad, lo único que quería era jugar al voleyball con todo su ser. Y lo consiguió, junto con una fama arrolladora. Pero un error trajo consigo el desprestigio y se convirtió en la muchacha más odiada de la escuela d...