Mi hermana querida

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Capítulo 23

Mi hermana querida



Nos quedamos en silencio, momento en el que aproveché para revisar el celular de Pam. Seguía sin señal. Lo prendí y apagué varias veces, pero sin obtener resultado.

—Maldita sea —protesté en voz baja.

—¿Sigue sin funcionar? —preguntó mi hermana. Asentí con irritación—. Tranquila, Amy.

—Es solo que este maldito teléfono y este maldito ascensor y... Esto es mi maldita culpa, Pam —bufé, poniéndome de pie.

Me estaba tragando las lágrimas de frustración que amenazaban con salir.

—No digas eso.

—Es la verdad. Si te hubiera dicho antes, esto no habría ocurrido, yo he traído esta desgracia sobre ti —un sollozo salió de mi pecho. Sentía que cada evento que salía mal era por mi fuerza de atracción—. Soy de lo peor.

Cerré los ojos con fuerza e hice un esfuerzo por calmar mis respiraciones. No tenía derecho a ponerme así y lo sabía, era mi deber controlar mis sentimientos.

—Basta con eso, Amy —me reprendió Pam, con su usual tono de autoridad—. Mírame.

Abrí los ojos, para encontrarme con los de mi hermana mayor. Y en estos, solo pude percibir ternura y calidez. Su mano se posó en la mía, suave y familiar.

—Lo siento.

—¿Recuerdas cuando tu profesora de educación física te preguntó si Owen y yo éramos tus padres?

—Sí, porque se veían demasiado jóvenes, pero siempre asistían a los partidos y animaban como si estuvieran en un concierto de K-pop. —Me reí un poco al recordarlos—. A veces me daba un poco de vergüenza que estuvieran tan exaltados, pero no se podía evitar.

—Le dijiste a la profesora que nuestros padres habían muerto, pero que no te tuviera pena porque yo era la madre que todo niño querría, y que no necesitabas nada más.

Asentí, aunque sabía que nunca le había contado esa conversación a Pam. Seguramente había llegado a sus oídos por medio de los maestros. Había sido un momento incómodo, pero lo que yo había contestado era mi verdadero sentir. Amaba el deporte que jugaba y mi pequeña familia disfuncional me daba todo el apoyo que necesitaba.

—Gracias por darme tanto mérito.

—Pero era la verdad, jamás sentí que me faltara nada y eso era porque tú te ocupabas en llenar cada espacio, ya fuera material o emocional. Yo no podría hacer hecho lo mismo y menos mal que nuestra familia no dependió de mí.

—Eso es mentira porque tú fuiste mi apoyo. Lo que me ayudaba a levantarme cada día y enfrentar la jornada, sin importar lo que sucediera, era que saber que tú estabas a mí lado —su voz sonaba temblorosa, a punto de quebrarse y quería interrumpirla para que no llorara.

—No te angusties, Pam —ella me detuvo con un gesto de la mano y frunciendo el ceño.

—Déjame hablar y escucha lo que voy a decirte, Amy. Siempre hemos estado juntas, acompañándonos en las buenas y en las malas. Hemos soportado pérdidas y dolor, pero logramos salir adelante. A veces lo olvido, pero ya eres una adulta que no depende de mí para sobrevivir y estoy muy feliz con la persona en la que te has convertido. Sé que no suelo expresarme tanto contigo, pero quiero que sepas que estoy y siempre he estado orgullosa de ti. Sin importar lo que otros te digan, nunca olvides quien realmente eres —su voz sonaba dulce y apacible, lo que me hacía sentir peor.

Ella es mi monstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora