¿Quieren saber por qué me pusieron ese apodo?

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Capítulo 6


El partido terminó y habíamos perdido de manera aplastante. Sin embargo, el rostro de esta chica no mostraba ningún atisbo de felicidad, sino que me fulminaba con la mirada.

Georgina cruzó la cancha a toda velocidad y pisando fuerte, en mi dirección. Podía sentir mi cuerpo rebotar a cada paso que daba. La clase se congeló, incluyéndome. Ella era nueva y por lo que podía ver, no era muy tolerante, así que estaba un poco asustada por lo que pudiera hacer. Mi postura fuerte se había esfumado apenas terminó el partido. Volvía a ser la Amy debilucha y temerosa.

En un par de segundos la tuve frente a mí, tenía las fosas nasales expandidas, como si fuera un animal embravecido. Me apuntó con su dedo índice, mientras fruncía el ceño y topeteaba mi cuerpo.

—Esta vez ganaste. Pero la próxima vez, la victoria será mía —siseó con furia.

Tenía mis ojos bien abiertos por la sorpresa. ¿Esta chica estaba loca o qué...?

—¿Por qué dices eso, si tú ganaste? —pregunté contrariada por sus extrañas palabras. Realmente no tenía sentido lo que decía, ni cómo lo decía.

—¿Es que no entiendes, monstruo Reeve? —mi cuerpo se tensó y mi postura defensiva volvió a aparecer.

—¿Podrías dejar de llamarme así? —dije entre dientes, molesta. Pero lejos de hacerla retroceder ella soltó una estúpida carcajada.

—¿Qué, acaso al monstruo Reeve le molesta ser un... monstruo? —dijo en tono de burla. Apreté mis labios hasta que formaron una línea.

—Me molesta, tanto como a ti te molestó no poder hacer un simple bloqueo —contraataqué.

Estábamos rodeadas por las chicas y pude escuchar un sonoro "Uuh", como fondo para nuestro altercado. Georgina abandonó su sonrisa, rechinó sus dientes y me apuntó otra vez.

—Que te quede claro, esto no se termina aquí —advirtió con tono bajo y amenazador.

Me sentía algo dividida por toda esta cuestión. Por un lado, esta chica había logrado intimidarme al grado de querer retroceder y esconderme detrás de alguien... en lo posible de mi hermana mayor.

Pero al mismo tiempo, el que ella me llamara monstruo me desagradaba tanto, que no podía retractarme. Nunca, ninguna chica y menos del equipo de volleyball, me había dicho monstruo desde el accidente. Tener ese apodo equivalía a la dualidad de mi persona, a saber, alguien con habilidades sobresalientes en el volleyball y al mismo tiempo, con el poder de lastimar a otro... Por eso, a pesar de que me dolía, comprendía que los chicos no me quisieran cerca. No después de lo que le hice a Jonathan.

Pero ella no tenía ni idea del porqué de mi apodo y por lo tanto, no tenía derecho a hacer uso del mismo. No se lo dejaría pasar. Y por eso, fue que dije con la voz más arrogante que pude poner:

—Dime algo que no sepa —sonreí de costado— ¡ah!, y... práctica bastante, quizás la próxima vez logres un bloqueo menos patético.

Dicho esto, me di vuelta y caminé hacia la salida, recibiendo una última mirada de odio de parte de mi rival y el murmullo morboso de las chicas. Escuché las quejas de la profesora sobre irme sin terminar los estiramientos, pero simplemente la ignoré. Si me giraba en aquel momento, la situación perdería toda la seriedad que había conseguido y Georgina se burlaría.

Pero fue cuestión de salir del campo deportivo para que mi forzada actitud intrépida se esfumara. Aceleré el paso y cada tanto miraba por encima de mi hombro para asegurarme de que nadie me estuviera siguiendo.

Ella es mi monstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora