Cupón

569 66 29
                                    

Capítulo 18

Cupón


Tenía el autógrafo de Ingrid Morley en una hoja de cuaderno y tenía la intención de adjuntarlo en uno de sus libros y regalárselo. Pero...

Esto fue lo que sucedió... Salí, como todos los días a mis clases y al parecer no cerré mi pluma correctamente, así que se derramó dentro de mi bolso, manchando cada elemento escolar. Como habían quedado arruinados, tuve que comprarlos de nuevo. Y para eso gasté el dinero que había separado para el libro.

¡La mala suerte me perseguía!

Estaba corriendo bajo la oscuridad nocturna, siendo iluminada con las luces del campo de futbol. Ya había hecho cinco kilómetros y estaba agotada. Eran más de las diez de la noche y había cumplido con mi rutina: las clases, el horario de entrenamiento con el profesor y mis compañeros, y el trabajo. Sin embargo, este asunto me tenía inquieta, por eso decidí despejar mi mente con ejercicio.

Mis piernas se movían armoniosamente hacia adelante, con el resto de mis miembros haciéndoles el debido acompañamiento. Mi corazón latía a un ritmo constante y acelerado, provocando que la sangre bombeara más rápido en mis venas, dándome una adictiva sensación de calor. Como un cálido abrigo envolviendo mi cuerpo. Era emocionante. Cada día que pasaba me sentía más a gusto como corredora. Sin presiones por destacar, podía ser yo misma.

Mientras estaba concentrada en aquellas cavilaciones, las luces se apagaron, dejándome en completa penumbra. Empecé a desacelerar el paso de a poco, hasta que me detuve. Estiré mis músculos en medio de la intensa oscuridad y me encaminé a mi casa.

Mi cuerpo estaba empapado de sudor y mi corazón apenas si se había estabilizado, cuando choqué contra algo. O mejor dicho alguien.

—No me extraña para nada que seas tú, monstruo —me recriminó una voz familiar.

Me sorprendía que pudiera reconocerme en la negrura de la noche. Yo no podía verlo, pero también sabía quién era. Su voz lo había delatado.

—Ya me iba, Jonathan —espeté, armándome de valor.

Caminé hacia un costado, con la intención de rodearlo y salir de allí lo más pronto posible. Pero Jonathan tenía otros planes. Su mano se cerró sobre mi muñeca y me giró hacia él. Fue algo brusco y repentino, su marca personal.

—¿Qué sucede?

—¿Por qué apareces en cada rincón de mi vida, monstruo? —estaba hablando entre dientes.

Me giré hacia él y pude distinguir sus rasgos endurecidos por la ira. Mis ojos se estaban acostumbrando a la oscuridad.

—No lo hago a propósito, si eso es lo que crees —me defendí entre susurros. Mantuve mi mirada sobre Jonathan y él apretó el agarre sobre mi muñeca, haciéndome daño. —Suéltame, por favor. No quiero lastimarte.

No quería tener que recurrir a algún movimiento de defensa personal y que la cosa terminara peor. Una vez había sido suficiente.

—Es tarde para decir eso —siseó.

—Nunca lo es —insistí.

—Desearía nunca haberte conocido, monstruo —bufó, soltándome.

—Lo mismo digo, Jonathan.

Llegué al alojamiento con dolor de cabeza. No podía seguir pensando en Jonathan. No podía. Y sin embargo aquí me encontraba yo, con la mente llena de él.

Ella es mi monstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora