Inevitabilidad

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Capítulo 31

Inevitabilidad

—¿Deseas algo más? —preguntó la camarera con desgano y sin despegar la vista de su anotador. Apreté la humeante taza, recibiendo la calidez abrasadora desde la punta de mis dedos hasta la palma de mi mano.

—Café mediano, sin leche ni crema, por favor.

Tomé un sorbo de mi té, mientras observaba el paisaje exterior. Estaba lloviendo, pero aún así podía apreciar flores de todos los colores y tamaños haciendo acto de presencia y decorando cada rincón. La ventana tenía algunas motas de polvo, que dificultaban la perspectiva, pero aún así era algo hermoso, digno de contemplar.

¿Qué sucede con Brandon?

Masajeé mis sienes, intentando aliviar la tensión que yo misma me provocaba al apretar con tanta fuerza la mandíbula. Efectivamente, no podía concentrarme en otra cosa, ya que mi mente se empacaba en llevarme con él ante cada pensamiento vano que tenía.

—¿Hace mucho que esperas? —preguntó un Brandon recién llegado, sacándome del ensimismamiento.

Tenía el cabello mojado y pegado a su frente. Le sonreí en respuesta y negué con la cabeza. Mi mirada se concentró en su rostro, tan apacible y tan torturado. Ahogué un suspiro preocupado mientras él se quitaba la chaqueta y la colgaba en su asiento.

—¿Cómo estás? —pregunté con cautela.

—Mmmm... he estado mejor —contestó cansado, mientras tomaba asiento. Apenas terminó de acomodarse, me levanté y planté mis labios en los suyos, intentando mantener mis nervios bajo control—. Pero ahora sí me siento bien.

Sonreí un poco por su intento de aligerar el ánimo.

—¿Y tú cómo estás? ¿Ya se te fue el malestar por la carrera?

Enseguida me di cuenta de lo que hacía, ya que era algo que yo misma había hecho en incontables ocasiones. Quería retrasar la conversación al desviar la atención hacia mí. Eso me hizo bufar con frustración, pero decidí seguirle la corriente. Después de todo, él también tenía derecho a tomarse su tiempo para encarar un tema delicado.

Chasqueé la lengua, forzándome a recordar la estúpida carrera y el estúpido cuarto puesto.

—Sí, ya se me pasó el bajón, aunque me costó un poco. Es decir, en esos momentos me sentí muy avergonzada por mi rendimiento. El cuarto lugar es una posición asquerosa porque no estás en el podio, o sea que no puedes afirmar que lo hiciste bien. Pero al mismo tiempo, no terminaste última, lo que indica que tienes una posibilidad de mejorar... o no, pero solo lo sabrás si lo intentas nuevamente. Así que eso fue lo que me propuse, hacerlo de nuevo y mejor.

Cerré la boca, luego de aquel discurso, para observar su sonrisa llena de ternura. Extrañaba verlo así.

—Eso me encanta de ti —soltó de repente, desconcertándome. Alcé las cejas e incliné la cabeza en interrogación.

—¿Qué cosa? —Su mirada se ensombreció.

—Que no te rindes, o al menos, no hasta agotar todas las opciones. Eres una luchadora, Amy, y yo te admiro mucho por eso.

El aire se quedó atascado en mi pecho ante aquellos sinceros halagos. Ahora sonreía, pero la sonrisa no llegaba a sus ojos. Estaba triste, angustiado y eso me rompía el corazón. Le sostuve la mirada, hasta que él desvió la suya y la dirigió a la ventana, prestándole atención al paisaje con aire nostálgico.

—Brandon...

—Afuera está lloviendo a cántaros, lo que es raro en esta época del año.

Parpadeé confundida por el cambio de idea tan repentino, pero me mantuve en silencio, esperando a que continuara con su hilo argumental. A veces él daba muchas vueltas en sus pláticas, pero lo hacía con la intención de llegar a un punto, así que tenía que ser paciente.

Ella es mi monstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora