Correr y saltar

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Capítulo 15

Este capítulo era originalmente el 21, pero como ha habido muchos cambios quedó en 15. Acá aparece un personaje de mi otra novela, Ingrid Morley de Realidades Paralelas. De todas maneras, no hace falta leerla para entender lo que aquí sucede.

Gracias por leer.

Daniela Hy


Lumbalgia, es decir dolor en la espalda baja. Había ido al médico y ese había sido el diagnóstico. El malestar se quitaba con terapia física y ejercicios para fortalecer los músculos que sostenían la columna vertebral. No debía hacer reposo, aunque tampoco debía recargar mi espalda.

Me lo había provocado yo misma por el sobreesfuerzo en el partido... además de recibir la ayuda de Georgina por hacerme caer al terminarlo. Pero, era una lesión típica de jugadores de volleyball, así que no me preocupé mucho. Solo necesitaba tomarme un tiempo para que se desinflamara lo suficiente y volver a mis actividades físicas lo antes posible.

Aunque para Pamela era otro tema. Tuve que regresar a casa ese fin de semana, para "descansar apropiadamente". Y con eso me refiero a que no me dejó hacer nada, algo que detesté. Quizás en otras circunstancias me habría encantado su insistencia en cuidarme, pero ahora, ver a mi hermana embarazada caminando de un lado a otro por mi causa, me hacía sentir fatal. Y si me quejaba, Pam me gruñía y se ponía peor. No quería estresarla más de lo que ya lo había hecho.

Fue bastante chocante para ella escuchar el relato del partido. No me dejó omitirle los detalles.

—¿Y qué hiciste cuando te golpeó? —preguntó unas cuantas octavas más altas de lo que su voz sonaba normalmente.

—Nada. ¿Qué iba a hacer? —solté, ya cansada de responder a la misma pregunta. Pam se frustraba, porque sabía que yo no era de la clase que se defendía.

—Pues devolverle un poco de su propia medicina —siseó—. Aunque no hubieras podido por la Lumbalgia... ¿Y sabes qué es lo que más me molesta, Amy? Esa maldita bruja te golpeó frente a mucha gente y nadie hizo nada para detenerla, ni le impusieron una medida disciplinaria, ni nada. Ninguna reacción de parte de todos esos inútiles... Tendrían que expulsarlos por ineptitud.

—Cálmate, Pam —pedí, apretando mis párpados.

—No me digas que me calme. Si yo hubiera estado allí...

—Ya sé... habrías sacado tu ametralladora para matarlos a todos –adiviné en tono de burla y ella puso los ojos en blanco. Aunque sí bajó un poco la voz.

—No. Pero sí habría golpeado a esa estúpida abusiva por meterse con mi hermanita —claro que lo habría hecho, de eso no dudaba—. Tendría que ir a quejarme con el establecimiento.

—Ya, ya. Gracias a Dios, no estabas allí. No, ahora hablo yo —le pedí cuando frunció el ceño, lista para contradecirme—. No quiero que intervengas en mis problemas, Pam. Te lo agradezco, en serio, pero es hora de que yo me ocupe sola. Además tú estás en un estado delicado y no podría perdonarme si algo te sucede por mi culpa.

Y para mi sorpresa, Pam se quedó callada. Eso era algo que valía la pena ver. E incluso me di cuenta de que sus ojos se aguaron. No llegó a llorar, pero estuvo a punto. Lo que sí hizo fue abrazarme. Así como te abraza una madre, de manera cálida y guardiana, deseando para sus adentros ser capaz de protegerte de cualquier mal.

Aunque eso no sea posible.

Como había predicho, no falté a trabajar, aunque sí me perdí unas cuantas clases. Me aseguré de mantenerme al día con las tareas y estudié como si mi vida pendiera de ello. Fue aburrido hasta la médula.

Ella es mi monstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora