Mamá Ackerman

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Y así regresamos al inicio de la historia.

No había pasada ni una semana desde que el pequeño Levi había nacido y su madre ya tenia que regresar al trabajo.

-Si no trabajo, no tendré dinero para comer y pagar la renta- decía Kuchel haciendo su mayor esfuerzo por mantenerse en pie, pero al no poder lograrlo se apoyaba de la mesa.

-Pero mírate no puedes ni siquiera pararte,¿como piensas ir a trabajar de ese modo?- decía la anciana en un tono de preocupación viendo a la pobre azabache haciendo esfuerzos por estar de pie.

Pues en efecto, el haber dado a luz la había dejado sumamente agotada y había bajado de peso drásticamente, al punto de solo ser piel y hueso.

-Ah...Y entonces ¿que se supone que debo hacer?-Decía la azabache frustrada mientras se sentaba en una silla y se frotaba con una mano la sien.

-Tsk. Ya estoy bastante atrasada con el pedido de este mes- dijo la azabache mientras chasqueaba la lengua, lo cual hacia cuando se sentía muy frustrada o molesta. 

-Mmmm.... si la memoria no me falla tengo una maquina de coser en mi armario que nunca he usado, te la puedo traer para que trabajes mas cómoda aquí en casa y ya no tengas que ir hasta el taller, y también no estarás lejos de Levi- dijo la anciana cruzando un brazo y poniendose una mano en la barbilla como pensando.

Parecía la solución perfecta,pero ahora había otro problema, y era que Kuchel no sabia usar una maquina de coser, el hecho que trabajara de costurera no significaba que supiera usarla, ya que cuando consiguió el trabajo le preguntaron si sabia usarla lo cual ella negó y la mandaron a hacer todos los trabajos manuales.

-En  serio le agradezco el gesto, pero no se como usar una y ademas creo que estaría abusando de usted y de nuestra amistad. Ya hizo mucho por mí y por Levi, me venia a visitar a menudo cuando estaba embarazada, me ayudo a traerlo al mundo y hasta se ha ofrecido a cuidarlo para que yo pueda trabajar.-dijo la azabache en forma de agradecimiento por toda la ayuda que había recibido de parte de la anciana, también agradeciendo en su mente que aun existieran personas tan buenas como ella, ya que no todos ayudaría a una completa desconocida y menos estando embarazada.

-No es nada Kuchel, más bien me hace feliz el saber que puedo ayudarte a ti y a tu pequeño; tú eres como la hija que me hubiera gustado tener- respondió la anciana poniéndose algo nostálgica, lo cual no paso inadvertido por Kuchel,porque en todo el tiempo en el que se habían conocido, ella nunca menciono que tuviera una hija.

-Bueno eso es otra historia, ahora te traeré la maquina de coser que tengo en mi armario- dijo la anciana mientras salia de la casa de la azabache para dirigirse a la suya.

A los pocos minutos regreso la anciana empujando la maquina de coser para que entrara a la casa contigua, no es por exagerar pero se podría decir que esa maquina de coser era enorme ya que se trataba de una maquina antigua; tenia el estante, el mueble, el pedal y la cabezota; y como había mencionado la anciana se veía como nueva ya que aun conservaba el plástico protector.

Puso la maquina de coser junto a la pared, donde a unos centímetros se encontraba la cuna que tenia dentro al pequeño Levi que estaba tomando su siesta después de haber comido

-Bien aquí te la dejo para que empieces a trabajar, perdón que no te diga como se usa;es que yo tampoco lo sé-dijo mientras retiraba el plástico de la maquina y le ponía el hilo a la cabezota.

-No se preocupe, he aprendido algo después de haber visto como la usaban en la costurera-decía la azabache mientras trataba de acercarse a la maquina.

Antes de irse, la anciana puso a un lado de la maquina de coser todos los pedidos que estaban en una canasta, dejando a la azabache para que se pusiera a trabajar tranquilamente.

El hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora