El anuncio

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Era un día normal en la veterinaria Leonhardt, Analisse atendía a los pacientes que llegaban en sus citas asignadas. Pero Armin no se encontraba en la recepción, la razón de esto era que, en estos precisos momentos, se encontraba ayudando a Annie, la cual estaba intentado mantener quieto a un perro para poder darle un baño.

Así es, uno de los principales principios de un veterinario era tener paciencia con sus pacientes, y este caso demostraba lo paciente que era Annie para atender a un perro tan travieso. El perro en cuestión era Tatakae, el perro adoptado por Levi, aquel indefenso y tierno cachorrito solo había necesitado un par de semanas para crecer, y demasiado. Tanto que le era imposible a Annie poder sostenerlo y bañarlo sola. Por lo cual solicito ayuda de Armin, aunque él tampoco podía.

-Muy bien, sostenlo para que no se mueva- Annie acercaba la cebolleta al lomo del perro para después encenderla, para que el agua salga y le limpiara el jabón que el animal tenía en el lomo.

Lo cual no pareció agradarle al perro, ya que comenzó a removerse para librase del agarre de Armin, quien, debido al jabón, termino soltándolo. Momento que fue aprovechado por el perro para sacudirse. Terminando por empapara a Armin y Annie, quienes se protegieron con sus brazos para tratar de evitar mojarse, aunque era inevitable.

-Muy bien, ahora yo lo sostengo- le paso la cebolleta a Armin- Ven perrito- trato de sonar dulce, pero su tono era muy frio.

Lo que pareció asustar hasta al perro, ya que retrocedió para que Annie no pudiera sujetarlo.

-Annie, deberías calmarte y...- sugirió Armin pero se quedó callado al ver la fría y dura expresión de Annie.

Era normal que estuviera enojada y frustrada, llevaban más de media hora tratando de bañarlo, pero hasta ahora lo único que consiguieron fue que ellos resultarán empapados.

-Ven aquí- Annie regreso su vista al perro y se le fue encima, pero el perro fue más rápido que ella, se movió a un lado para después pasar por encima de Annie.

Armin trato de agarrarlo, pero como estaba mojado le resultó imposible, el perro paso entre sus piernas y lo desequilibrio un poco, y que el piso estuviera mojado solo lo empeoro.

-Atrápalo- Annie se levantó de la mesa.

Armin en su desesperación, para no caer, tomo a Annie del brazo, pero solo consiguió que ambos cayeran, él de espadas y ella encima de él.

Ambos no dijeron nada, la posición en la que se encontraban era de por si incómoda y vergonzosa, solo se dedicaron a mirarse a los ojos. Estaban con las mejillas rojas por la situación y el ambiente se hacía cada vez más tenso.

De un momento a otro, Annie vio sus labios y comenzó a acercar los suyos, pero una voz femenina, que ambos conocían muy bien, corto el momento.

-¡¿Qué está pasando acá?!- ambos voltearon la vista y vieron a Analisse, quien miraba todo con indignación.

Bueno, era razonable, porque que más se podría pensar de ver a tu única hija sobre un chico, tirados en el piso, empapados y, muy posiblemente, a punto de besarse.

-¡Nada!- respondió Annie poniéndose de pie a la velocidad de la luz, sin despegar la vista de su madre- ¡Nada de nada!- al ver que Armin seguía en el piso, tomo su brazo y de un tirón ya estaba de pie- Más bien...amm... ¿Has visto a Tatakae?- trato de cambiar el tema.

-Por eso vine- se hizo a un lado y jalo al perro- Este travieso se metió a mi oficina.

-Lo siento, señora Leonhardt- se disculpó Armin una vez recupero el habla- se escapó porque no lo sujete a tiempo.

El hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora