Capítulo 1

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Elizabeth en multimedia.
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—¿Lista? —me preguntó mi amiga, Kate.

—Lista —confirmé.

Ambas entramos a la oficina del profesor de matemáticas sosteniendo unos baldes llenos de pinturas.

—Yo busco los exámenes mientras tú empiezas a pintar todo —le dije a Kate buscando en las gavetas del escritorio del profesor.

Vi por el rabillo del ojo como Kate asintió y abrió un pote de pintura roja. Con sus propias manos, Kate cogió pintura roja y la lanzó a la pared más cercana dejando una mancha roja en esta. Ambas reímos y yo seguí buscando los exámenes.

Kate siguió tirando pintura por todos lados hasta que, minutos después, yo encontré los exámenes.

—Aquí están —dije y Kate se acercó mientras me miraba—. Kate Daniels y Elizabeth Reynolds —leí.

—¿Nos reprobó? —dijo Kate fingiendo estar sorprendida y ofendida—. Imbécil.

Reí por su actitud y rompí los exámenes en mis manos. Esto no podía ser visto por nuestros padres. Si los veían, nos matarían solo por reprobar.

Luego de eso, ayudé a Kate a seguir pintando la oficina. Lanzamos pinturas rojas, amarillas, azules, verdes y de muchos otros colores en cada esquina del lugar.

—¿Crees que sepan que fuimos nosotras? —preguntó Kate cuando ambas terminamos y mirábamos satisfechas la oficina. Nos limpiamos las manos como pudimos para esconder la evidencia.

—No lo creo. Es un sábado y nadie nos vio entrar a la escuela —dije negando con la cabeza. Sonreí al ver las fotos del profesor llenas de pintura verde.

—Entonces vamos antes de que alguien sí nos vea —dijo y asentí. Recogimos nuestras cosas y nos aseguramos de que no hubieran rastros que nos delataran.

—Ojalá le de un ataque cardiaco al profesor cuando entre a su oficina —le dije a Kate dirigiéndome hacia la puerta de la oficina para salir. Ella rió y yo sonreí.

—Seguro que se le caen los pocos pelos que le quedan en la cabeza y nos reprueba en el próximo examen a todos solo por venganza —respondió ella y ambas reímos a carcajadas.

Giré el pomo de la puerta y la abrí, deteniéndome en seco cuando me encontré con la figura de un hombre. O, mejor dicho, encontrándome con la figura del profesor de matemáticas.

—La Señorita Reynolds y la Señorita Daniels —dijo mirando algo atrás mío. Supongo que ya vio que su oficina estaba totalmente cubierta de pintura—. ¿Por qué no me sorprende?

—¡No fuimos nosotras! —dijimos Kate y yo al unísono. 

El profesor suspiró y dejó caer su cabeza cansado.

•••

—¿En qué estabas pensando? —preguntó mi padre alterado desde el asiento de piloto del auto. Me miró por el espejo retrovisor y volvió la vista al frente cuando no obtuvo respuesta.

—¡No, no estabas pensando! ¡Nunca lo haces! ¡Siempre haces las mismas cosas y ya estoy harta de tus bromas, Elizabeth! —dijo mi madre también enojada desde el asiento de copiloto. Rodé los ojos.

—Al menos dinos por qué lo hiciste —dijo mi padre volviendo a mirarme por el espejo retrovisor. De mis padres, él era el más razonable y, en comparación con mi madre, él era el más calmado.

—Lo hice porque el profesor me reprobó —dije a la defensiva. Mi madre se volteó a mirarme.

—¿Reprobaste? —preguntó ahora aún más alterada. 

Guerra de ConsejerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora