Capítulo 2

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Elizabeth en multimedia.
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—¡Elizabeth, apúrate! ¡Tenemos que irnos! —me gritó Alison desde el carro aparcado frente a la casa mientras yo salía de la casa con una mochila colgada en mi hombro.

—¡Ya voy! ¡Ya voy! —le respondí. Empecé a caminar en dirección al auto cuando una voz familiar habló a mi izquierda.

—¿Pensabas irte sin despedirte de mí? —dijo Kate. Volteé a verla con una sonrisa.

—Pensé que estabas castigada —le dije subiendo las cejas divertida porque sabía que sí lo estaba.

—Me escapé por la ventana —dijo encogiéndose de hombros y reí.

—Esa es mi chica —le dije aprobatoriamente.

—¿Así que tu castigo es trabajar en un campamento limpiando mocos a los niños? —preguntó tratando de evitar la risa.

—Lamentablemente —respondí con un suspiro—. ¿Cuál es el tuyo?

—Se supone que me quede en mi cuarto encerrada toda la semana. No puedo salir de la casa y no puedo tener internet ni teléfono —dijo desanimada.

—Eso es peor que mi castigo. Al menos en el campamento sí puedo usar mi teléfono —dije haciendo una mueca de disgusto por su castigo.

—Sí, pero sobreviviré sin teléfono y, si quiero salir, simplemente puedo escaparme —dijo encogiéndose de hombros otra vez. Solía hacer eso muy seguido.

—Al menos tú tienes escapatoria. Mis padres hablarán con el encargado en el campamento para que vigile que no me escape —. Rodé los ojos mientras pensaba en cómo sería esa conversación. Kate comenzó a reír a carcajadas.

—¡No te rías! —me quejé a pesar de que yo tampoco podía reprimir mi sonrisa.

—Lo siento —dijo recomponiéndose de la risa.

—¡Elizabeth! —gritó Alison desde al auto.

—¡Ya estoy en camino! —mentí a pesar de que podía verme. Kate rió.

—Entonces te veo cuando termine el verano —dijo y me abrazó. No éramos de ese tipo de chicas que lloraban porque su amiga se iba. Sí, nos queremos y somos cercanas pero simplemente no somos muy sentimentales. Somos todo lo contrario.

—Hasta luego —dije apartándome de su abrazo.

Caminé hacia el auto y entré en el asiento de atrás con mi hermana al lado. Miré por la ventana de éste y saludé a Kate con un ademán de mano. Ella me imitó y se alejó para volver a su casa o, probablemente, para ir a una fiesta y emborracharse a pesar de que era de día aún.

Suspiré mientras mis padres entraban al auto.

—¿Listas? —preguntó mi padre a mi hermana y a mi mientras nos veía por el espejo retrovisor.

—Sí.

—No —contestamos al unísono Allison y yo.

Nos miramos mal, como siempre hacíamos, y mi padre solo se limitó a poner el carro en marcha mientras yo solo me coloqué mis audífonos y decidí dormir en el viaje.

•••

—¡Bienvenidos al Campamento Kisewaka! —gritó alguien por un megáfono haciéndome despertar del profundo sueño en el que me había hundido en el carro.

Gruñí por la irritación que me causaba escuchar a una señora hablando por un megáfono. Me levanté de mi asiento y salí del auto mientras me quitaba los audífonos. Mi hermana y mis padres me imitaron.

Guerra de ConsejerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora