Giré mi cabeza en dirección de la puerta de la cocina para encontrarme con Kyle entrando por esta. Sonreí recordando lo que había pasado hace unos minutos. Vi como se ponía un delantal, que sacó de una esquina, y venía hacia mi. Yo también había cogido un delantal de esos y estaba frente a una mesa llena de ingredientes que, supongo, eran para hacer la lasaña.
—¿Aún te duele la entrepierna? —pregunté sonriendo de lado victoriosa. No sabía qué reacción esperaba de él pero, definitivamente no me esperaba que empezara a reírse.
—Solo un poco, pero no mucho. Pateas como una chica —dijo y mi sonrisa se borró de mi rostro.
—Quizás es porque soy una chica —dije obvia y él volvió a reír—. ¿Acaso nunca puedes estar enojado mucho tiempo? —pregunté entre irritada y fascinada por su actitud.
—No contigo —dijo sonriendo de lado coqueto—. Tienes ese efecto en mí.
Yo rodé los ojos.
—Si no quieres otra patada en la entrepierna, entonces deja de decir ese tipo de estupideces —le advertí. Él solo rió. ¿Que no puede tomarse nada en serio por más de dos minutos?
—Eres difícil —dijo acercándose más a mí—. Me gusta lo difícil.
Ya estábamos a escasos centímetros de distancia. Mis instintos me decían que debía tomar un paso hacia atrás pero no me echaría para atrás. Eso solo demostraría que le tengo miedo. Y yo no le temo a nadie, mucho menos a Kyle.
Su rostro estaba muy cerca del mío y sentía como su respiración y la mía chocaban. Lo miré a los ojos y me sorprendí cuando vi que sus ojos solo miraban mis labios. Eso solo logró ponerme nerviosa. Pero no se lo demostraría, no a él.
—Entonces te deben encantar las matemáticas —dije empujándolo con la mano haciendo que él, por fin, se apartara de mi.
Tomé una respiración honda tratando disimular mis nervios. Kyle comenzó a reír rápidamente. Volví a rodar los ojos. Este chico no tiene remedio. Suspiré y miré hacia los ingredientes encima de la mesa al frente mío.
—¿Alguna vez has cocinado? —le pregunté a Kyle cuando dejó de reír y fruncí el ceño pensando en cómo diablos se hace una lasaña.
—No. La única vez que lo hice, quemé el agua. ¿Y tú? —dijo acercándose a mi lado y frunciendo el ceño también. Decidí ignorar lo que dijo.
—Jamás —respondí negando con la cabeza.
—Entonces, ¿cómo haremos esto? —dijo tocando uno de los ingredientes como si fuera un bicho raro.
—Usemos a mi mejor amigo que siempre estará ahí para mí —dije sonriendo y él elevó las cejas expectante—. Google.
Él asintió demostrándome que estaba de acuerdo y sonrió un poco. Saqué mi teléfono para buscar en internet la receta de lasaña más sencilla que podía encontrar.
—Oh, lo había olvidado. Aquí no hay internet —dije. Kyle bufó fastidiado.
—Pues tendremos que improvisar —dijo y asentí suspirando. Esto no terminará nada bien.
•••
Kyle abrió el horno y sacó la lasaña con sus ojos cerrados. La colocó ciegamente frente a mí.
—¿Cómo quedó? —preguntó haciendo una mueca como si estuviera esperando a que le diera otra patada.
Miré la lasaña. No les mentiré. Kyle y yo no sabíamos hacer lasaña. Así que solo lanzamos todos los ingredientes en una bandeja y la pusimos en el horno.
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Guerra de Consejeros
Novela JuvenilElizabeth es una chica que, por un castigo, es obligada a trabajar como consejera en el campamento de su hermana menor. Allí, conoce a Kyle, el chico más odioso del Planeta Tierra. Él también está de ayudante como castigo de una broma. Ambos se odi...