XV

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Narra Shiroyama Yuu/Aoi:

Como lo habrán supuesto, perdí el juicio y ahora me llevan a la cárcel para hombres de la ciudad.

El policía abre las puertas y me lleva hasta mi celda, pasando por el largo pasillo oscuro y maloliente. Al llegar al destino, me empuja para que entre y me saca las esposas.

"Por dios. Como apretaban esas cosas." Pensé, mientras acostumbraba mis muñecas a la libertad, lamentablemente no es mi cuerpo.

-Que la pases lindo, violador.- Cerró la puerta de la celda y se fue.

"Ese tono de voz. Algo va a pasar" Fruncí el ceño.

-Un violeta en la celda 203.- Escucho que dice el policía.

"¿Violeta?"

Me siento en la cama y dejo salir un largo suspiro, normalizando mis cejas.

-Hola, Violeta.- Una voz grave me saca de mi tranquilidad.

Giro mi cabeza para verlo. No era sólo uno, sino que eran siete hombres del otro lado de las rejas.

-Soy Shiroyama Yuu. No vuelvas a decirme "Violeta"- Digo fastidiado y me levanto, quedando parado frente a ellos, pero protegido por las rejas.

-Claro, claro, Violeta. Digo, emm... Yuu.- Dijo, haciendome enojar más.

-Espera.- Un tipo se acercó a las rejas.- Yo te conozco, Shiroyama Yuu.- A decir verdad, a mi también me resultaba familiar. Su cabello oscuro, sus fuertes brazos, esa cara de retardado.

"Mierda. Es él."

-Maldito degenerado...¡¡TE VOY A MATAR!!- Se avalanzó sobre la reja, sacudiendola con furia.
Doy un paso hacia atrás.

-Ah cierto. Tu hija fue deliciosa en su momento. Me encantaba esa forma que tenía de gritar suplicando que estuvieras allí para que la salvaras de mi.- Quería provocarlo.- Es una lástima que le dijera a sus amigas lo que le hacia cada fin de semana.- Sonreí de lado al ver que aquel sujeto estaba muy enojado y con muchas ganas de asecinarme.

"Me matará a golpes algún día."

-Pará un momento. Otro hombre se acercó a la reja.- Hijo de puta. Vos mataste a mi hija.- Me acusó el hombre de cabellos rubios y de rasgoz americanos.

"Otro más."

-Otra niña preciosa e inocente. Otra chica que murió por hablar.- Recordé a cada una de mis víctimas, las cuales fueron violadas y asecinadas por abrir la boca con sus amigas o novios.

-Vos pensas que estás a salvo, ¿No, violeta?- Preguntó amenazante el primer preso que habló.No le dí importancia a su pregunta.- Pues, mirá.- Abrió la puerta enrejada y los siete presos entraron a la celda conmigo.

"¿Cómo es eso posible? El policía debió haberla dejado abierta. Él quería que esto pasara."
-¿Sabes que te vamos a hacer?- Preguntó el de cara de retardado y cabello oscuro.

Retrocedí hasta chocar con una de las paredes, quedé rodeado por los siete presos, a los cuales llegaron aquí por mi culpa.

Cada vez que convertía mías a las chicas, siempre abrían la boca y les contaban a alguien que las violaba. Para callarlas, las asesinaba y los padres me hacían un juicio. En el cual ganaba y hacia que ellos fueran los verdaderos violadores para salvarme.
Siete chicas, víctimas, violadas y luego asesinadas. Siete padres enfurecidos buscando venganza. Todo tenía sentido.

-Te vamos hacer pasar por lo mismo que vos le hiciste todas nuestras hijas, hijo de puta.- Cuando se dijo aquellas temerosas palabras, comenzó mi peor pesadilla.

El de car de retardado me agarró de la camisa naranja de prisionero y me atrae hacia él. Lo empujo, caigo en al suelo y comienzo a arrastrarme hacía la puerta de la celda. Pero un tirón me detuvo y quitó mis pantalones, dejándome en calzoncillos.
Me arrojo arriba del tipo que lo hizo y comienzo a golpearlo. Lamentablemente, no me di cuenta que lo estaba de a cuatro golpeando su fea cara.

Otro hombre me baja mi ropa interior lo suficiente como para que me trasero quede a la intemperie.
Siento me penetran en mi orificio anal. Instantáneamente, mi cuerpo se queda paralizado.

El americano se ríe de mi y sale de abajo mío, quedándose parado frente mío. Lo único que miro es el piso echo de cemento. El que estaba frente a mi, levanta mi cabeza y apoya la punta de su pene en mi boca cerrada.

- Ya sabes qué hacer. No la muerdas, que si no termino más rápido. - Dijo. Al ver que no abría mi boca, hizo una seña al que me estaba embistiendo por detrás. Éste me embistió con más fuerza, provocando que soltara un quejido, el cual fue cayado por el miembro viril que formaba un vaivén contra mi boca.

El dolor, el miedo, el odio y el sonido de los gemidos de los siete padres, inundaban mi cuerpo a tal punto que las lágrimas se me escapaban de mis ojos, se deslizaban por mis cachetes y terminaban en el suelo manchado por el semen que los tipos que terminaban en mi boca o en mi trasero.

ViolaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora