Capítulo Quince

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VERA

Y ahí estábamos los cinco en una guerra de miradas que parecía interminable. Mila observaba a Christian anonadada, así como Margaret me miraba con gran odio y yo a ella. Me había arrebatado todo e intentó asesinarme por segunda vez, eso definitivamente me dejaba en desventaja, pero no planeaba rendirme tan fácil esta vez. Nos mantuvimos en silencio durante unos minutos, hasta que las palabras de Christian rompieron el contacto visual y la tensión que había.

—No —respondió decidido.

¿No? ¿Había tomado una decisión?

—¿¡Qué has dicho!? —Mila exclamó sorprendida.

—¿Es que te has vuelto loco? —Margaret espetó—. ¿Te vas a quedar con esa corriente aquí?

Ofendida, decidí defenderme, pero Christian respondió.

—En primer lugar, yo haré con mi vida lo que me venga en gana, así que, si decido quedarme con Vera, es mi problema. Segundo, ella no es ninguna corriente, es la mujer que yo amo y tiene muchísima más decencia que tú. Así que te advierto de una buena vez, madre, ni tú ni nadie volverán a tocarle ni un cabello, ¿te quedó perfectamente claro?

Mi boca se abrió en señal de sorpresa, así como la de Ryan y las otras dos presentes. ¿Christian Harris estaba defendiéndome de su propia familia?

Ten cuidado, Vera, no te hagas ilusiones.

Borrando esos pensamientos fugaces de mi mente, observé a la esposa y madre de Christian expectante, estaban hechas unas fieras y no podía ocultar mi orgullo. Jamás esperaron eso del hombre de oro.

Su madre lo apuntó con un dedo—. Este, Christian, ha sido tu peor error. Será mejor que te acuerdes de mis palabras.

Dicho eso, su madre salió dando un portazo. Con lágrimas en sus ojos, Mila solo se limitó a observarnos.

—Que te den, maldito infeliz —las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas—. ¡Y en cuanto a ella! —me señaló—. Cuando te deje espero que no me busques, porque te juro que no estaré esperando.

Sin más que decir, el huracán rubio salió dando un portazo que anunció su salida. Estuve en silencio junto a Christian y Ryan durante un par de minutos, reflexionando. Cuando me decidí a hablar, Christian me robó la palabra.

—Ryan, ¿podrías dejarnos a solas un momento?

Ryan asintió y respondió—. Por supuesto, iré a buscar la ropa de Vera para cuando le den la salida.

Unos segundos después, Christian se volteó hacia mí y me miró con devoción.

—Lo hice porque te amo, Vera —confesó—. Sé que no puedo recompensar tres años de sufrimiento que pasaste por mi culpa.

Sus ojos se encontraron con los míos y sentí como mi corazón ardía en llamas al sentir su mirada penetrante sobre mí.

—Quiero intentar recuperarte —tomó mi mano—. Sí, sé que aún estoy casado, pero no te he mentido cuando he dicho que me divorciaré para estar contigo. Realmente te amo y no puedo perderte otra vez, no de nuevo.

Sus palabras me golpearon con fuerza, pues definitivamente no esperaba absolutamente nada de él. Nunca imaginé ver ese gesto de Christian, y ahora que lo escuchaba de su boca, todos mis muros comenzaban a derrumbarse. Mi corazón volvía a latir, volvía a sentir y volvía a amar. Por más difícil que me resultaba, no podía ocultar el hecho de que aún lo amaba.

Sin darme cuenta, estaba llorando.

—Vera, no, no, no llores —murmuró y besó mi frente—. Sé que soy un hijo de perra, un imbécil y no merezco tu perdón, pero te necesito, Vera. Joder, no me castigues con tu lejanía. Podemos hacer que esto funcione, te lo prometo. Solo déjame intentarlo.

Rompiendo PromesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora