LEAH
Camino por la acera directo a mi apartamento pensando en esa carta que mi madre había escrito para mí. Realmente desearía haber conversado más con ella antes de que se fuera, debí aprovechar cada segundo. Nunca sabes cuándo será la última vez que verás a esa persona que tanto amas; por eso es tan cierto lo que dicen: No dejes que una discusión los separe, abraza y besa como si fuera la última vez.
—Leah, hija ven por favor —mi padre me llama y a juzgar por su tono, no es bueno.
—¿Qué sucede, papá? —me siento en el sofá frente a él.
Él suelta un suspiro y siento que mi corazón se detiene por un breve segundo.
—No es fácil para mí decir todo esto, pero... —las lágrimas brotan de sus ojos y caigo en cuenta de qué se trata.
Mi mamá está mal.
Lo había notado semanas atrás cuando solo la veía dormir. En medio de las reuniones familiares, ella dejaba de reír inmediatamente y con una mirada, mi padre entendía y la sacaba de dónde estuviéramos. Ella no quiso preocuparme, pero ahora todo iba a caerse a pedazos.
—¿Qué tiene? —mi voz se corta.
—Cáncer gástrico —murmura y yo me suelto a llorar.
Mi padre se levanta y me envuelve en un abrazo que me brinda consuelo. Me sostiene tan fuerte que puedo sentir como su corazón pide a gritos fuerza para soportar el dolor. Él está loco por mi madre, y no puedo imaginar el miedo, la frustración y la tortura que siente al saber que perderá a la mujer de su vida.
—¿Cuánto le queda? —pregunto en un susurro.
Sabía que mamá estaba enferma, pero siempre me decía que estaba bien y no notaba sus estados cambiantes, o quizá solo decidí ignorarlos para evitar sentir miedo. Para ser honesta, también mis padres sabían ocultar bien las cosas, pero no existían culpables, Dios simplemente decidió que ya es momento de que mi madre se vaya.
—Un par de semanas —de pronto, él rompe en llanto y los dos nos mantenemos abrazados, pidiendo en silencio la paz y fortaleza para soportar su ausencia.
Mi mami se va a ir.
Trato de eliminar ese fragmento lleno de dolor de mi cabeza y me siento sobre una banca del parque antes de seguir mi rumbo a casa. Trato de exhalar e inhalar, pero siento que el aire me falta. Desde que mi mamá se fue, todo ha cambiado y no me siento bien, siento un vacío muy extraño dentro de mí y no creo que pueda llenarse con nada.
De repente, un chico con un rostro muy conocido se acerca a mí. Sus ojos azules son lo primero que me atrapa y frunzo el ceño.
—¿Estás bien? —pregunta.
—¿Por qué no lo estaría? —cuestiono de forma brusca.
—Porque estás llorando —él saca un pañuelo de su mochila y me lo tiende.
Dudosa y un tanto avergonzada, extiendo mi mano y lo tomo.
—Gracias —murmuro al tiempo en que limpio mis lágrimas.
—De nada, Leah.
Casi ahogándome con mi saliva, le miro atónita. Él me dedica una sonrisa de boca cerrada y yo sigo sin poder responder. ¿Cómo es que sabe mi nombre?
—¿No me recuerdas? —enarca ambas cejas.
—¿Debería? —pregunté confundida.
—Soy Derek, Derek Harris.
Todo viene a mi memoria de golpe.
Me encontraba frente a la tumba de mi madre, mirando como la bajaban a un hoyo donde no iba a poder abrazarla más, ni mucho menos reír o conversar con ella. Cierro mis ojos, tratando de reprimir las lágrimas, pero es imposible. Mi futuro y felicidad están siendo enterrados con ella y no puedo evitar sollozar. ¿Por qué tenía que irse tan pronto de mi lado?
El hombre encargado del funeral se acerca a nosotros y mira a mi padre, él asiente y yo no sé que sucede, solo me limito a sostener su mano.
—Ahora unas palabras de un gran amigo cercano a Vera —él señala a un hombre que está detrás de nosotros—. Christian, te damos el honor.
Un hombre castaño de unos cuarenta y tantos pasa al frente con gran pesar acompañado de un joven de unos diecisiete años. Los dos me miran a mí fijamente y me remuevo incomoda en mi asiento. ¿Quién es él y por qué dicen que era tan cercano a mi madre?
—Buenas tardes a todos —su voz es ronca y se nota en su rostro que ha llorado—. Maximilian, agradezco mucho la oportunidad que me diste de ofrecer unas palabras.
Observo a mi padre, pero él parece estar completamente fuera del planeta.
—Muchos de aquí me conocen, y los que no, con todo el respeto que le tengo a Maximilian, soy la antigua pareja de Vera.
Mi boca se abre con sorpresa y termino por concluir que él es el primer amor del que hablaba mi mamá cada vez que me contaba historias de su juventud.
—Conocí a Vera en los peores días de su juventud, aunque les suene como algo muy pesimista, para mí no lo era, ya que a pesar de haberla conocido en esas condiciones ella sonreía —él se aclara la voz—. Ella veía el lado bueno de las cosas y agradecía a Dios por ello. Honestamente creo que nunca conocí a alguien con tanta capacidad para brillar aún en medio de las tinieblas.
Sin notarlo, las lágrimas corren sin cesar por mis mejillas y el que parece ser el hijo de Christian, me tiende un pañuelo.
—Era una gran mujer —él sonríe a medias—. La vi un par de veces que mi padre la invitó a sus eventos. Era preciosa, y tú te pareces mucho a ella.
Lo observo fijamente unos segundos y por primera vez en días, sonrío. Su sonrisa es reconfortante.
—Derek —murmuro, recordando.
—¿Cómo estás, Leah? —sonríe y por un segundo, tan solo un segundo, siento una corriente recorrer mi espalda.
—Bien —sonrío—. Han pasado años.
Me levanto y le abrazo, sintiendo una calidez increíble al ser rodeada por sus brazos.
—Es cierto —se separa lentamente de mí y me mira a los ojos—. Lastimosamente te conocí en una etapa no tan buena de tu vida.
—Lo sé —me rasco la nuca y vuelvo a mirarlo—. ¿Qué tal está tu papá?
—El viejo es como la hierba mala, nunca muere —él sonríe y yo suelto una risita—. Está bien, mi tío sigue dándole lata.
Sonrío y la curiosidad me mata, debo averiguarlo por mi madre, ella siempre deseó que la madre de Derek encontrara redención.
—¿Tu madre?
—Mi papá la dejó cuando cumplí tres años. No podían estar juntos, no cuando estaba en prisión y estaba siendo tratada psicológicamente.
—¿La dejó? Que fuerte.
—Algo así —sonríe a medias—. No la recuerdo mucho así que no es muy relevante.
—De igual forma, es tu madre, creo que deberías de buscarla. Tal vez ella quiera saber de ti, ¿no crees?
—Lo dudo, pero gracias por el consejo Leah.
—De nada.
Cuando creo que no dirá nada más, lo suelta.
—Oye, ¿quieres ir por un café?
Sin dudarlo, sonrío.
—Claro.
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Rompiendo Promesas
Romance"Hasta que la muerte los separe" Christian Harris había rehecho su vida con Mila Rogers. Se habían enamorado y se casaron, sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas en la vida de Christian. Luego de que su ex novia, Vera Williams le abandonara, Ch...