Capítulo Cuarenta

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VERA

Corrí a la salida con las lágrimas recorriendo mis mejillas. Me detuve, observando la carretera. Esta era mi decisión, y no la iba a cambiar, yo decidí amar a Maximilian, él me había demostrado lo que era el verdadero amor, y yo no podía dejarlo ir, no luego de todo lo que pasamos juntos.

Vivir en el pasado estaba ahogándome, y el temor a no salir estaba creciendo cada vez más. A pesar de que amaba a Christian, yo no podía seguir con los malos tratos de su madre, su egoísmo, su manera de tenerme en segundo plano, todas esas acciones que realmente me herían y estaban matándome lentamente. Amaba a Christian, sí, pero me di cuenta de que era momento de amarme más a mí.

Caminé por las calles de la ciudad tratando de ocultar mis lágrimas, pues lo único en lo que podía pensar en ese momento fue en el milagro que Dios me concedió aún luego de todas mis equivocaciones.

Vera, ¿estás lista? escuché la voz de Dina a través del pasillo.

En un minuto respondí mientras terminaba de colocarme mis pendientes.

Le di una última mirada al espejo y bajé la mirada. Sentía que algo no andaba bien con mi cuerpo, pero decidí ignorar la sensación y caminé hacia la salida. Cuando atravesé el pasillo, Dina me miró, pero su mirada era de total preocupación.

¿Vera?

De repente, vi borroso y caí al suelo, algo no andaba bien conmigo.

¡Oh, Dios! sentí como se arrodilló a mi lado—. ¡Mamá, ayuda!

Pude escuchar el grito ahogado de mi suegra, pero no pude moverme ni abrir mis ojos, me sentía débil, sentía que mis fuerzas se habían ido por completo.

¡Erick, llama una ambulancia!

La oscuridad se hizo presente.

Abrí mis ojos lentamente, tratando de adaptar mi mirada a la fuerte luz que provenía de la habitación. Volteé lentamente y pude ver a Dina dormida en el pequeño sofá que decoraba el lugar. Bajé la mirada y me encontré conectada a diversos cables. ¿Qué había pasado conmigo?

¡Oh, querida! de repente, la figura de mi suegra se hizo presente—. Me tenías tan preocupada.

Ella se acercó y besó mi frente, lo que formó un nudo en mi garganta. Al morir mis padres yo no volví a recibir ese tipo de amor, pero ahí estaba ella, demostrándome lo mucho que le importaba mi bienestar.

¿Qué me pasó?

Dina en ese momento se despertó y tomó mi mano. Fruncí el ceño, pero no dije nada, esperaba una respuesta. Finalmente, ambas sonrieron y me miraron de nuevo, esta vez había algo diferente en sus miradas.

Vera, el motivo de tu desmayo se debió a un aviso.

¿Un aviso?

Estás embarazada.

Llegué al apartamento justo al instante en que solté un sollozo y acaricié mi vientre. Mis posibilidades de quedar embarazada eran nulas, pero justo ese día recibí la noticia de que, en uno de mis momentos con Max, logramos concebir y ahora esperaba un bebé. Finalmente iba a tener una familia con el hombre perfecto, el problema era que no sabía si sobreviviría para verlo.

Luego de haber dormido durante cuatro horas, recibí una llamada de Dina que me indicó sobre el estado de Max. Salí de la cama y corrí a arreglarme rápidamente. Corrí hacia el garaje y subí al auto para luego arrancar y conducir a toda velocidad. Conduje por la carretera a todo lo que daba hasta que llegué al hospital. Una vez ahí, corrí hacia el mostrador, mostrando mi pase. La secretaria me sonrió y aprobó mi entrada. En cuanto las puertas del ascensor se abrieron en el piso correcto y corrí hasta la habitación de Max, algo en mí despertó.

Rompiendo PromesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora