Capítulo Diecinueve

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CHRISTIAN

Veía completamente rojo.

No sentía nada más que rabia.

Mi madre nos había alejado a ambos. Me hizo creer que mi novia había muerto y que éramos los dueños de todo esto cuando lo cierto era que ella y mi madre se habían encargado de arruinar hasta lo último que quedaba de su vida. Yo permití que arruinaran cada parte de ella por ser un cobarde e incluso dudar hasta el día de hoy. ¿Realmente podía compensar a Vera por todo lo que había sufrido? La pregunta parecía estar de más.

—¡Tú la alejaste de mí! —grité con lágrimas en los ojos.

—¡Christian, cálmate! —mi madre dio un paso atrás.

—¡Intentaste asesinar a la mujer de mi vida sin ningún remordimiento! —sin pensarlo, lancé un florero contra la pared que estaba a su lado, provocando que estallara en mil pedazos.

Mila lloraba, pero no decía absolutamente nada. No entendía si era porque estaba en shock o porque simplemente sentía que no era su pelea. Sin embargo, eso no me importaba. Me acerqué a mi madre, pero ella continuó retrocediendo.

—¡Ella no era la indicada para ti, Christian! —lágrimas recorrían sus mejillas—. ¡Mira a tu esposa! Ella es la mujer que mereces.

Mis manos por poco fueron hacia ella, pero unas pequeñas manos inmediatamente se envolvieron a mí alrededor, unas manos que conocía a la perfección. Me detuve de inmediato y voltee, sus ojos mostraban la suplica de que no me atreviera a hacer algo de lo que me arrepentiría. Aún con el dolor rodeándola, ella no estaba dispuesta a permitir que arruinara mi vida, no de la misma forma en la que yo arruiné la suya.

—Christian —su voz apenas era un susurro—, deja que Dios se encargue de esto. No te atrevas a tocarla.

Antes de que pudiera alejarme, la abracé y escondí mi rostro en el hueco de su cuello, embriagándome con su dulce aroma a rosas. Ella tardó en responder, pero envolvió sus brazos a mi alrededor, quedándose en silencio. No sabía si mi madre o Mila continuaban en la sala, pero no me importó, realmente necesitaba pedirle perdón a Vera por todo lo que había hecho.

—Lo siento, lo siento, lo siento —susurré—. Siento no haberte defendido, siento el no haberte ido a buscar esa tarde. Siento haber causado todo este dolor que ahora tienes, Vera. ¡Lo siento tanto!

—Ya está bien, Christian —ella besó mi mejilla cortamente—. Todo está bien ahora.

—Debí seguirte ese día —los vivos recuerdos de como se marchaba y como corrí hasta el lugar del accidente me carcomieron.

—Christian, escúchame —sus manos se apoyaron en mis mejillas—. Estoy aquí contigo, ¿entiendes? Entiendo que jamás quisiste hacerme daño.

Los dos nos miramos fijamente, encerrándonos en nuestro mundo. Ella era todo lo que yo necesitaba en la vida para poder enfrentar lo que fuera. Su dulzura, su fuerza, su determinación, y sobre todo su amor. Tomé sus manos y besé dulcemente sus labios, grabando el dulce sabor de su boca en mi memoria.

De pronto, su voz nos sacó totalmente de nuestro momento, devolviéndonos al punto de guerra en el que estábamos. Sus ojos reflejaban dolor, ira y traición. Era claro que Mila no soportaba vernos juntos y era mi culpa, pero no podía engañar a mi corazón, nunca pude superar a Vera y no quería dejarla ir. Sin embargo, pude sentir como Vera se tensaba a mi lado, ella no se sentía cómoda con esto.

—Mila... —ella me interrumpió.

—¿Cómo te atreves a ser dulce con él cuando le has hecho tanto daño? —sus ojos derramaban lágrimas, pero no apartó la mirada de Vera.

—¿Disculpa? —Vera frunció el ceño.

—Si no habías muerto, ¿por qué jamás lo buscaste? —la mirada de mi esposa era de odio legítimo—. ¡Tú no viste como se desmoronaba en ese bar, pero yo sí!

—Mila, basta —traté de detenerla.

—Pero claro, igual llegaste y ahora lo arrebataste de mi lado, rompe hogares.

—Escucha, Mila —Vera dio un paso al frente—, yo voy a ser totalmente honesta contigo. No iba a volver por Christian sin armas. Como puedes ver, la bruja de tu suegra quería asesinarme, y yo no sabía si Christian estaba en esto. Así que no te atrevas a juzgar mis acciones cuando las tuyas tampoco están justificadas.

Con eso dicho, Vera tomó mi mano sacándonos de ahí. Al estar fuera, dejó salir el aire que parecía haber retenido.

—Vera... —intenté decir.

—Solo vámonos, ¿sí? — Me miró con lágrimas en los ojos y con eso supe que los sucesos de hace dos años pasaron frente a ella.

Sin pensarlo dos veces, la envolví entre mis brazos y besé su frente. Sabía que había pasado por muchas cosas ella sola, pero ya no tenía que ser así, ahora en ese instante estaba yo para cuidarla y apoyarla en lo que necesitara.

—Vamos a recuperar lo que has perdido, Vera —la mantuve entre mis brazos hasta que dejó de llorar.

No solo se lo estaba prometiendo a ella, sino que también se lo prometía a sus padres.


Habían pasado tres días desde el percance con Vera en casa de mi madre, y para ser honesto, desde eso ella estaba totalmente ida. Deseaba entender que pasaba por su mente, pero no podía ni si quiera acercarme a ella. Cada vez que dormía a su lado, sentía que la brecha entre nosotros se hacía más grande y no podía hacer nada para detenerla, solamente ver como nuestra relación se tambaleaba como alguien caminando sobre la cuerda floja.

—Nena —la llamé y ella me miró. Traté de besarla, pero se alejó de golpe.

—Hola —susurró.

—¿Pasa algo? —pregunto nervioso.

Algo parecía estar atormentándola, deteniéndola a acercarse, pero no sabía que hacer. Sentía que estaba caminando sobre un campo minado.

—Christian necesito decirte algo —su mirada era de tristeza.

—Pues dime —fruncí el ceño.

En el momento en el que intentó hablar, Gabriela apareció en la cocina hecha un mar de lágrimas. Mi corazón empezó a latir con fuerza, pero no reaccioné hasta que ella se lanzó a mis brazos y sollozó. Alarmado, envolví mis brazos a su alrededor y besé su cabeza. ¿Le había sucedido algo a mamá o a Javier para que reaccionara así?

—¿Gabriela? —Vera trató de hacer que hablara.

—Pequeña, ¿qué sucede? —puse mis manos en sus mejillas—. ¿Pasó algo malo?

—Tyler —sollozó.

—¿Tyler? —miré a Vera, cuyo gesto era de total desconcierto—. Gabriela, ¿quién es Tyler?

—¿Qué ha pasado con él? —Vera llamó su atención.

¿Qué demonios sucedía con mi hermana? ¿Le habían hecho daño?

—¿Quién demonios es Tyler? —insistí.

—¡El novio de tu hermana, Christian! —Vera exclamó—. Gabriela, cariño, ¿qué sucedió?

—Se acostó con Mila, Vera. ¡Se acostó con ella! —chilló.

Y mi mundo pareció detenerse de nuevo.

Rompiendo PromesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora