Capítulo Treinta y Cuatro

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VERA

Maldita era mi suerte.

Mila Harris estaba frente a mí observándome con sus grandes ojos grises.

Traté de ignorarla y pasar a un lado de ella directo al mostrador, pero fue imposible, su chillona voz resonó en mis oídos, provocando que me detuviera y la enfrentara.

—¿Qué crees que haces aquí? —intentó sonar amenazante.

—Quería comprar un perrito —señalo la cafetería—. ¿Crees que lo encuentre?

Ella me miró como si una segunda cabeza saliera de mi cuerpo.

—¡No te hagas la estúpida! —exclamó—. ¿¡A qué has venido, Vera!?

Suspiré y la miré, realmente mi presencia le aterrorizaba, y por un segundo sentí lástima por ella.

—Escucha, Mila, no te interesa lo que haya o no haya venido a hacer, pero definitivamente no es lo que tu piensas —me giré—. Tienes que entender que el mundo no gira a tu alrededor.

Conteniendo mis ganas de golpearla, caminé al mostrador y pedí mi café, sintiendo como mi corazón latía con fuerza. Necesitaba salir de ahí y esperar a Ryan en cualquier otra parte.

Mi día no pudo comenzar peor.

—Así que te reclamó —comentó Ryan anonado.

—Ajá —le di un mordisco a mi muffin—, estaba furiosa.

—Seguro creyó que venías por Christian —contestó mientras le daba un mordisco a su sándwich.

Asentí y limpié mis manos con la servilleta.

—Como le dije, el mundo no gira a su alrededor. Ella sigue viviendo en el pasado y realmente no lo vale.

—Vera Williams, los Harris son el fantasma que te perseguirá toda la vida —murmuró luego de un rato.


Luego de pasar una tarde con Ryan terminando los preparativos para mi boda, llegué al apartamento y me encontré con Max y Javier en la cocina. Me detuve de golpe y sentí mi boca secarse. Quizá Ryan tenía razón y los Harris serían ese espectro que me seguiría hasta la muerte.

—¡Vera! —Max sonrió y se acercó a mí—. Ven, te quiero presentar a un viejo amigo.

Caminé en dirección a Javier y me mantuve en silencio. Él sonrió y me tendió la mano.

—Vera, ¿qué tal has estado?

Max frunció el ceño—. ¿Se conocen?

—¡De años atrás! —respondí rápidamente.

Javier entrecerró sus ojos y yo le rogué con la mirada que no dijera nada más. No quería que Max supiera sobre mi horrible pasado con Christian, ya estaba bastante marcada por eso como para traerlo a mi actual relación.

—Sí, de años atrás —la mirada de Javier mostró interés. Probablemente quería saber si le mencioné a Max sobre mi relación pasada.

—El mundo es bastante pequeño —comentó Max mientras sonreía—, muy, muy pequeño.

—No te imaginas cuanto —Javier sonrió y yo forcé una sonrisa.

De nuevo, maldita era mi suerte.

Pasamos el resto de la noche con Javier en una cena que Max decidió preparar. Al final de cuentas no fue tan incomodo como esperé, pero tampoco me permití bajar la guardia. Trabajé muy duro durante un año para dejar a los Harris atrás y no necesitaba traerlos a mi presente.

Lo que estaba construyendo con Max era muy importante para mí y el miedo a que descubriera todo lo que pasé me perseguía cada noche. No quería perderlo, a pesar de mis dudas, Maximilian me había demostrado que me amaba y si era honesta, él era todo aquello que mi corazón deseó que Christian fuera.

Una vez que terminó la cena, dejé a Max en la cocina y acompañé a Javier a la salida.

—Así que vas a casarte —dijo rompiendo el silencio.

—Así es —contesté con firmeza.

Javier volteó a verme y pude ver el miedo reflejado en su mirada.

—Vera, ¿estás segura de hacerlo?

Lo miré fijamente a los ojos mientras sentía como mi corazón latía con fuerza y mi estómago daba un vuelco.

—Sí —respondí—. Javier, tu hermano pertenece a mi pasado y nada de lo que él haga o diga va a cambiar mi manera de ver a Maximilian. Pasé toda mi vida dedicándole mi vida a Christian y ya no puedo hacerlo más. Necesito avanzar y dejarlo totalmente atrás.

Mis palabras parecieron surtirle efecto ya que el asintió.

—Solo espero que hagas lo correcto Vera y seas feliz.

—Lo soy ahora que estoy con Maximilian.


Luego de dejar a Javier en la salida. Me acerqué a mi prometido, hicimos el amor y finalmente me encontré con él en la cama haciéndole un masaje en la espalda. Me incliné y besé el centro de su espalda y él sonrió.

—Ya solo queda mañana —murmuró y yo sonreí.

—Lo sé —respondí—. Estoy nerviosa.

—No deberías —se sentó—. Creo que soy yo el que debería aterrarse de que salgas huyendo a último minuto.

Sus palabras hundieron mi corazón un poco.

—No huiré —respondí en un murmuro—. Te prometo que no lo haré.

De pronto, con un movimiento Maximilian me sentó en su regazo, sosteniéndome con un brazo.

—Escucha, Vera —su voz era un susurro—, sé que tienes un pasado y jamás te he presionado para meterme con él, pero quiero que sepas que lo que sea que te atormentó y te atormenta al punto de que creas que quiero abandonarte por ello, no será así.

Sentí las lágrimas brotar.

—Te amo, Vera Williams, y eres lo más importante para mí ahora. Nunca pensé que conocería a una mujer tan delicada, pero tan fuerte como tú. Eres demasiado valiente, dedicada, determinada, sencilla, y sobre todo estás llena de vida. Si crees que podría dejarte, estás muy equivocada.

Sus palabras llegaron a provocarme un nudo en la garganta.

—¿Por qué me dices todo esto? —susurré.

—Porque quiero que sepas que yo no cometeré los errores que él cometió.

Y caí en cuenta de que Javier le había dicho todo.

Rompiendo PromesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora