Capítulo Veintinueve

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CHRISTIAN

Estaba recostado sobre la dura cama de la celda mientras pensaba en ella. Hace dos días la volví a ver de pie luego de mis horribles acciones contra ella, pero sus ojos no mostraban nada más que dolor y rencor hacia mí. No había nada que yo hiciera bien para estar con Vera y eso me partía el corazón, pues como si me faltara la cereza en el pastel, la destrocé dejando que viera como tendría un bebé con otra persona.

—Oye, Harris —la voz del guardia me sacó de mis pensamientos—. Tienes visita.

—¿Visita? —pregunté, incorporándome—. Pero mi hermano vino hace un rato.

El guardia abrió la celda.

—Es tu hermana.

Caminé a paso firme con mis manos esposadas, mientras pensaba en todo lo que ella me diría. Probablemente me reclamaría por lo del otro día, me escupiría en la cara lo mucho que me odia. Entré a la sala y ella levantó la mirada, sus ojos estaban rojos a causa del llanto y me odié por eso. Yo lastimaba a todas las personas que me amaban.

¿Qué clase de monstruo era?

—Hola —dijo a secas.

—Hola —le sonreí—. Es bueno verte.

—¿Cómo estás? —preguntó entrelazando sus dedos.

—Podría estar peor —murmuré—. ¿Cómo está ella, Gabs?

Ella suspiró y bajó la mirada. Era claro que la respuesta no iba a gustarme.

—Está mal, Christian —su mirada se encontró con la mía—. Está decepcionada, dolida.

—Gabs, cuando me acosté con mi esposa no imaginaba que Vera iba a regresar —negué—. Joder, me casé, pero ella sabe que la amo. No lo hubiera hecho si hubiese sabido que estaba con vida y tú lo sabes.

—Lo sé, Christian —ella asintió—, y creo que hasta cierto punto ella lo sabe, por eso retiró los cargos.

Sentí mi mundo detenerse.

—¿Qué? —pregunté incrédulo.

—Vera retiró los cargos en tu contra, Christian —suspiró—. Eres un hombre libre.

—Pero, pero —tartamudeé—, pero ¿por qué? Ella dijo que iba a hundirme en este lugar. ¿Qué fue lo que cambió?

Mientras mi mente trata de acomodar todas las piezas, Gabriela desliza una carta sobre la mesa. Observo el sobre y siento como el aroma de Vera se cola por mis fosas nasales. Sus cartas siempre tenían su característico aroma.

—¿Qué es esto? —la tomé.

—Vera la escribió para ti —se levantó—. Una vez que la leas, entrégasela al oficial. Es la última firma que se requiere para tu salida.

Sin más, mi hermana se retiró, dejándome en completa soledad. Decidido a obtener respuestas, abrí la carta, sintiendo que mi corazón latía con fuerza.

"La verdad no tengo mucho que decir más que eres libre.

Y no me refiero solo a tu salida de la prisión, me refiero a lo nuestro, Christian. Luego de ver como besabas el vientre de tu mujer, supe que era hora de marcharme y dejar atrás todo lo que me tenía atada a ti a tu familia.

No voy a engañarte más a ti ni a mí. Llegué aquí no solo con la ilusión de tomar lo que me pertenecía, sino también para recuperarte a ti, pero cuando me enteré de que estabas casado, todo dentro de mí pareció derrumbarse. Sé que tal vez eso llegó a darme más motivos para quitarle todo a tu familia, y sobre todo sé que estuvo mal, pero nada se puede comparar con el dolor de un corazón roto, Christian, nada puede compararse con un alma rota a causa de los golpes y decepciones de la vida y del que creíste que era tu amor verdadero.

Nada puede compararse con el hecho de sentirte traicionada por la persona que jamás hubieses creído que fuera a hacerlo. Pero para mí desgracia, he experimentado todos esos dolores y no creo poder seguir soportándolos más.

Solo quería decirte que, te amo Christian, aún después de todos los daños y cosas que hemos pasado, sigo amándote, pero eso no es suficiente para quedarme, ya no. Espero que tú seas muy feliz y jamás descuides a tu hijo. Te ruego que seas un buen padre y esposo, eso es lo que Mila y tu bebé merecen.

Vera."

Con mis manos temblorosas, saqué otros papeles que venían en el sobre.

Jodida mierda.

Eran los papeles de la mansión junto con las firmas de la demanda en mi contra anulada.

—¡Oficial! —grité.

No podía ser tarde, no.

—¿Dígame?

—¡Tome! —le entregué los papeles—. ¡Tiene que sacarme de aquí ahora mismo!

—Venga conmigo —dice una vez que termina de leer.

Ambos corrimos por los pasillos del horrible lugar para procesarme y sacarme.


Una vez fuera, eché a correr directamente a la mansión. Marqué su número de teléfono, pero no daba tono, mi corazón comenzó a golpear con fuerza y temí lo peor. Ella no podía hacerme eso, no cuando finalmente me habían dejado libre.

Justo cuando llegué, me encontré con Javier y mi madre sacando sus maletas del auto de Gabriela. No, no, no, eso no podía ser.

—¡Christian! —Javier exclamó con alegría al verme—. ¡Joder hermano! ¿Qué hiciste para que Vera cambiara de opinión?

Me encontré con los ojos de mi hermana. Su expresión destellaba decepción y tristeza, pero había algo más, había algo más.

"Ella se ha ido", me gritó mi conciencia.

Sin responderle a mi hermano, corrí hacia el auto de Gabriela, lo encendí y me dirigí al aeropuerto. No podía permitir que se marchara, no sin antes decirle lo mucho que la amo y la necesito.

Tenía que recuperar a Vera.

Rompiendo PromesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora