Capítulo Once

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VERA

Luego de la pequeña audiencia que tuve con el juez y las víboras de Margaret y Mila Harris, fui a casa a descansar, pues nuestra discusión fue más allá de solo lecturas por parte del juez, sino por volver a contar toda mi historia con la familia Harris. Finalmente, el juez pareció darme la victoria en esta, pero no podía darme el lujo de bajar la guardia, no con Margaret. Luego de tomar un baño relajante y comer algo, me dediqué a seguir leyendo el diario que el juez me dejó conservar.

"12 de Junio de 1996"

Hoy ha pasado algo más que terrible...

Elliot tuvo que ser llevado al hospital debido a una urgencia de su salud. Lisa cree que la frustración que lleva mi hermano es un agente más para acelerar el cáncer. Yo le pido a Dios que lo cure y pueda ver a Vera crecer, aunque todos me dicen que no será así, pero yo creo en que sí.
El señor Harris se ha ocultado del radar de Elliot luego de su estafa, cosa que a Lisa le ha molestado mucho y ha ido directamente al residencial de los Harris, algo muy valiente en ella, pero no muy sensato.

—Recuerda Tina, no te dejes fiar por sus caras simpáticas —habló Lisa, mientras cargaba a mi sobrina—. Esas personas tienen veneno en sus corazones.

—Sí —asentí. Me sentía totalmente segura y grande. Lo que más quería en este mundo era proteger a Vera, y lo iba a cumplir a cualquier costo.

Lisa llamó a la puerta y esta se abrió segundos después dejando ver a una mujer rubia y de ojos claros. Su cara palideció al ver a mi cuñada en la puerta, por lo que inmediatamente pude reconocer que se trataba de Margaret Harris, la esposa del señor Harris.

—Tú debes ser Margaret, ¿cierto? —preguntó Lisa destellando molestia—. Soy Lisa Williams, la esposa de Elliot.

—Sí, soy yo —respondió secamente—. ¿Se te ofrece algo? —miró a mi sobrina con una expresión desagradable.

—Sí de hecho, sí. Quisiera hablar con tu esposo si me lo permites —la mujer llamada Margaret apretó la mandíbula y negó.

—Él no se encuentra ahora —se cruzó de brazos—. Vuelve después.

—Oh no, no lo haré —Lisa dio un paso adelante intimidando a la rubia—, pero quiero asegurarme de que le des un recado a tu querido esposo de mi parte.

Margaret retrocedió.

—Justo ahora, Elliot está enfermo, y quizá no viva para pelear lo que nos pertenece, pero yo sí —sonreí internamente, Lisa iba a luchar por nuestra casa—. Y aún si yo no viviera, mi cuñada y mi hija van a darte guerra, Margaret, y lo vas a lamentar, eso te lo juro.

Margaret sonrió.

—Quiero ver que lo intenten.

Mi lectura fue interrumpida por el timbre de casa. Dejé el libro sobre la mesa y suspiré, pensando en Ryan que probablemente venía a averiguar cómo salió todo. Caminé hacia la puerta arrastrando mis pies y la abrí, encontrándome con Gabriela Harris y sus pequeños ojos grises totalmente hinchados y llenos de lágrimas. No entendía que estaba sucediendo, pero definitivamente no era nada bueno, podía verlo en su mirada y semblante.

—¿Qué haces aquí? —pregunté asombrada, observando su equipaje a un lado.

Gabriela dio un paso dentro y dejó su maleta en el suelo.

—Escucha, sé que me odias y que no quieres ver a mi familia, pero mamá me ha echado de casa y mi novio ha salido del país por asuntos de emergencia, así que no tengo a donde ir. Jamás pensé que ella me haría eso, pero te pido, por favor que, si tienes un poco de corazón y misericordia me permitas quedarme hasta que encuentre un sitio donde vivir.

Me crucé de brazos y suspiré. Su rostro suplicaba ayuda y eso era algo que yo no podía negar, mi corazón jamás me lo permitiría. Además, gracias a ella avancé con el caso de mi familia. Le dediqué una sonrisa de boca cerrada y asentí.

—Pasa, debes tener hambre —le abrí espacio mientras le ayudaba con su equipaje. La rubia se lanzó a mis brazos.

—¡No sabes lo mucho que te agradezco! —sollozó sobre mi hombro.

—Tranquila —susurré—, puedes quedarte el tiempo que quieras.


Una hora después de que Gabriela se instalara en la habitación de invitados y se relajara un poco, decidió contarme la razón por la cual su madre le había echado de casa. La escuché atentamente y no pude evitar sentir un enorme afecto hacia ella, pues se había lanzado a los lobos por ayudarme y hacer lo correcto. Luego de que se desahogara, tomé sus manos y le sonreí. Margaret Harris no era más que una jodida enferma.

—Iré por café, ¿tú quieres? —le pregunté mientras suspiraba.

—Claro —sonrió tímidamente.

Le devolví la sonrisa y caminé fuera de su habitación.

—¿Vera? —preguntó.

—¿Sí? —me volteé a mirarla.

—Gracias —murmuró—, por todo, incluso por amar a mi hermano luego de tanto daño.

—No es nada —sonreí y salí de casa.

Luego de caminar hasta la cafetería con mil pensamientos en mi cabeza, salí del local con un par de expressos y panecillos, decidida a encontrar un taxi. Esperé un par de minutos, hasta que una voz ronca me llamó y puso mis nervios a flor de piel.

—Vera —el tono de Christian era de pura timidez.

Volteé y lo miré directamente a los ojos. Ni en un millón de años podría haber explicado lo que sentí, pero definitivamente se mezclaba con el dolor de la traición y la desesperanza por haber perdido tantas cosas al quedarme a su lado sin valorarme. Él y su familia habían apagado la llama danzante dentro de mi ser y me tomó años recuperarla, años que ellos estuvieron disfrutando y se estuvieron burlando de mí sobre la tumba de mis padres.

—Christian —dije secamente.

—¿Qué haces aquí? —preguntó inquieto.

—Comprando café para mí y un invitado que tengo en casa.

El rostro de Christian enrojeció a causa de la furia.

—¿Ah sí? —preguntó entre dientes.

—Así es, Christian —afirmé—. ¿Sabes de quién te hablo?

—Creo que tengo una idea —respondió apretando los puños.

—Se trata de tu hermana, Christian. Llegó a mi casa luego de que tu amada madre la echara.

La cara de Christian resultó ser todo un poema.

—¿Gabriela está contigo? —preguntó aturdido.

—Así es —le miré—. ¿Sabes, Christian? No entiendo como tu madre puede ser tan despiadada. Digo, echar a su propia hija de casa es algo imperdonable, si me permites decirlo.

—Ella... —bajó la mirada, avergonzado.

—No hay justificación ante lo que ella hizo, Christian —paré un taxi—. Y espero que tú entiendas a que me refiero.

Sin más, subí al taxi y di la dirección observando después como Christian pateaba una lata del suelo y se agarraba el cabello con frustración.

"16 de Junio de 1996"

Elliot no ha mejorado desde que ingresó al hospital y eso me preocupa. Me pide que cuide de Vera como si se fuera a marchar y yo no quiero eso Quiero que él vea a mi sobrina crecer, quiero que la vea sonreír, que la vea ser una profesional. No quiero que Elliot se vaya. Parece que desde que está enfermo, todo en esta casa ha muerto, los empleados no son lo mismo, Lisa ya no me habla, todo se ha vuelto un caos y no sé cómo detener todo esto. Desearía que mamá estuviera aquí y me ayudara porque no puedo hacer nada, necesito ayuda.

Lágrimas cayeron sin cesar al imaginar la soledad que sintió Tina en ese momento, la soledad que yo sentía, la maldita soledad en la que estaba viviendo, la soledad que sentí desde que me aparté de Christian Harris e inicié una guerra contra su familia. 


Rompiendo PromesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora