Bajé del tren inmediatamente cuando llegó a la estación que estaba justo frente a mi casa, me di camino y entré. Dejé las llaves en el comedor y mi mochila en la sala. Mamá tenía su horario muy apretado, había veces que llegaba hasta muy tarde, ya que el trabajo la consumía, pero lo amaba y era una gran oportunidad de mostrar todo su potencial haciendo lo que le apasionaba.
Calenté comida de días anteriores e hice una sopa para que mi mamá pudiera cenar, la comida la disfruté en silencio, revisando mis redes sociales. Las noticias o contenido sin sentido, videos de entretenimiento, fotos de familiares rondaban por la página principal de mi facebook y las perfectas vidas, la mayor parte artificiales, mi timeline de instagram. No me consideraba gran fan del internet, pero mi curiosidad siempre era mayor.
La tarde pasó rápidamente, hice mi tarea e hice un poco el aseo de la casa. Doblé mi ropa y la acomodé en el ropero, cuando se hizo de noche.
Decidí llamar a mi mamá, simplemente para saber cómo iba todo. No solía llamar a mi mamá cuando estaba trabajando, siempre esperaba a que ella lo hiciera primero, aunque nos texteamos constantemente cuando no está ocupada. Sin embargo, tenía más de dos horas sin responder el último mensaje.
—Hola, mamá, ¿todo bien? — dije contra el teléfono después de tres tonos.
—Hola, Micaela, amor. Sí, — respondió mamá desde el otro lado de la línea. — todo está bien, justamente iba a llamarte porque salí de una junta con los ejecutivos. ¿Cómo estás? — suspiró.
—Bien mamá, ten cuidado, te amo, yo creo que ya dormiré, pero por favor, cuando llegues me despiertas. — le dije con sincera preocupación pero con mucho sueño.
—Sí, amor.
Y colgó.
Mamá era muy guapa y era una guerrera. Había tenido que pasar por mucho a lo largo de su vida. Primeramente, el apoyo escaso de mis abuelos en su carrera de leyes. "Tú eres mujer, Luciana, debes dedicarte a atender tu familia y marido." Le decían. Mamá nunca se dio por vencida y siguió con sus estudios. Se graduó y comenzó a trabajar en el único buffete de abogados en Rochester, en donde su jefe, el Lic. Maurice Lee se convertiría en su esposo y respectivamente, mi padre. A pesar de que nos abandonó cuando muy apenas comenzaba a aprender la palabra "papá'' por razones que hasta la fecha, no logo entender muy bien, pero no me gusta hablar del tema con mi mamá. Sé que aún piensa en todo eso, y no podía culparla de nada; conservo el apellido de Maurice. Él al poco tiempo se mudó a Australia, muy lejos de nosotras y comenzó una nueva vida. Al igual que nosotras.
Me recosté en la cama y cerré mis ojos.
Estaba en un lindo lugar. No sabía muy bien qué era pero parecía una especie de jardín, yo usaba un vestido de flores y mi cabello, a pesar de ser castaño claro, se notaba muy oscuro. No entendía qué estaba pasando, pero a lo lejos vi a aquel chico pálido del tren siendo devorado por un dragón. Lo destrozaba cada vez más, le arrancaba pedazos de piel y yo no me podía mover para ayudarlo, me sentía mal, quería correr a ayudarlo, quería luchar contra aquel gigantesco dragón.
En ése momento, el dragón soltó los restos del chico que, en efecto, estaba muerto.
La serena voz de mi madre me despertó de un salto. El sudor podía comenzar a notarse en mi frente y espalda. La exaltación y la duda abarcaron toda mi cabeza.
Mi madre me hablaba pero no la escuchaba.¿Por qué soñé con ese chico?