El pelirrojo y yo continuamos platicando por un rato más. Era tan difícil comunicarme con él, ya que era muy cerrado con lo que decía. Sólo hablaba lo necesario y eso era algo que a mí me faltaba. Yo le hablé de todo, de mi madre, cuáles eran mis sueños, aspiraciones, la historia de mi padre, incluso llegué a mencionar a Luke. Todo a grandes rasgos, sin profundizar. Él sólo habló de los trenes y de su color de cabello. Sus lagrimas comenzaban a verse secas en sus mejillas, y su sonrisa cada vez podía verse más grande. Me escuchaba con atención sin mirarme a los ojos, soltando pequeñas risitas cuando hacía un comentario que le parecía gracioso. Yo no dejé de observarlo ni un momento.
— Oye, a propósito, no sé tu nombre. Está bien si no me lo quieres decir, pero me gustaría saberlo. Tal vez soy un poco curiosa.
El chico se quedó mirando a un punto fijo sin pestañear y sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas poco a poco. Me asusté y dejé de mirarlo, tal vez necesitaba unos segundos. Esos segundos se convirtieron en 2 minutos en donde él no se movía y estaba ido en sus pensamientos. Me pedía sin hablar que lo dejara solo. Mi celular había sonado como 50 veces. Luke y mamá.
—Hey.— Comencé a levantarme y a tomar las bolsas que yacían en el suelo. —Ha sido un placer hablar, o intentar hablar contigo. Créeme que eres una gran persona aunque no te conozca del todo, aún. No te preocupes. Ve con cuidado y descansa.—Tomé aire.— Espero vernos pronto. Ya sabes mi nombre, y dónde encontrarme. Así que, no te vayas muy tarde de aquí. Dicen que este lugar suele dar miedo mientras se hace más noche. Y ya no veo a nadie por aquí. —solté una pequeña carcajada, en parte nerviosa.
Pero no me prestó atención. Su mirada seguía al vacío y sumido en sus pensamientos. Supe que era el momento indicado para alejarme.
Giré sobre mis talones, y comencé a caminar hacia el tren, que justamente acababa de llegar. Las puertas del transporte se abrieron, pero una voz hizo que girara mi cuerpo en su dirección.
—¡Micaela!— Me di la vuelta al escuchar su voz llena de esperanza y emoción. Estaba parado de la banca con su mano haciendo ligeros y tímidos movimientos de despedida.
Le sonreí
y él también me sonrió.
—Soy... Michael, por cierto.—Gritó.
Y antes de que pudiera contestarle, las puertas del tren se cerraron y rápidamente, éste comenzó a avanzar.