las palabras de horror no eran suficientes para describir lo que en ése momento sentía, Michael estaba a punto de suicidarse, suicidarse frente a mí.
—¡MICHAEL, NO! —grité lo más fuerte que pude, acompañado del mar de lágrimas que derramaba.
al darse cuenta de mi presencia, las lágrimas de los ojos de Michael, se detuvieron y su mano, dejó de temblar contra su cuello.
giró la cabeza y soltó el artefacto. sus ojos, tan muertos, tan vacíos me miraron con asombro y esperanza.yo estaba inmóvil.
el siguiente movimiento de Michael, hizo que reaccionara, me hizo volver a la realidad.
corrió y me abrazó, y su abrazo se sintió tan cálido, tan ameno, tan lleno de coraje pero a la vez, lleno de fe.
—Micaela, abrázame, por favor.yo seguía sin mover un solo dedo.
—Micaela,—dijo contra mi cuello.—te lo estoy suplicando, y yo no suplico.
y pues, aunque en ése momento, no podía controlar mis movimientos, no sé cómo lo hice, pero, sí, lo abracé.