yo sabia, que Michael para mí, era un extraño. sabía, que nunca lo iba a llegar a conocer del todo. pero, también sabía, que, con pocas palabras, decía lo necesario para que entendiera lo que sentía.
últimamente, él y yo nos habíamos vuelto muy unidos, casi todos los días lo veía frente al colegio y me acompañaba a casa en el tren.—ya te lo dije Micaela, los espacios que hay entre las moléculas, son espacios intermoleculares.
mientras el tren avanzaba, Michael me brindaba la educación que no recibía en la escuela, aunque, yo lo llamaba pretexto para escuchar su voz hablar más tiempo.
—¿ínter qué? — pregunté confundida.
y él, soltó una carcajada sonora, que provocó varias miradas de disgusto por la gente amargada del tren.
—Micaela, ahora entiendo porqué repruebas.— sonrió.— in-ter-mo-le-culares.—repitió detenidamente.
—me rindo. —dije vencida.-
llegamos a mi casa y como era de esperarse, mamá no estaba, así que invité a Michael a pasar, cosa que no había hecho desde que me acompañaba.
al entrar, tengo que admitirlo, pero, su mirada me dio lastima, una lastima terrible que tenía ganas de comerlo a besos.qué.
hmm, continúo.
—y pues, esta es mi casa. —lo miré y él seguía viendo cada rincón de la sala con mirada de niño en Disney.
al fin me miró y estaba sonriendo.
—es preciosa, Mic. como, hmm, ¿tú? —me dijo arrugando la nariz, mientras me miraba con atención y miedo. quizá miedo a mi reacción. noté que se esforzó en decirme el cumplido; a su manera, pero fue lo suficientemente necesario para que el color carmín apareciera en mis mejillas.
—Michael... —solté una risita idiota mientras miraba mis pies.
contemplamos el silencio del otro por aproximadamente 10 segundos, hasta que por primera vez, él lo rompió,
—Micaela...
—¿sí? —levanté mi mirada rápidamente.
—me gustas.