trailer en multimedia.sé que jamás podré saber porqué las cosas pueden cambiar de un día a otro.
no podré saber la razón cuando tu mundo se derrumba ante tus pies. jamás podré saber por qué la vida era tan injusta con las personas que menos lo merecían.
Michael había dejado un mensaje en mi teléfono en cuál revisé muy tarde. 40 minutos de retraso.
no era la primera vez que me encontraba en esta situación, ya había presenciado la manera en la que mis piernas dolían mientras corría a toda velocidad por las calles de Nueva York en la noche. las luces de los edificios estaban apagadas. en las calles no se veía ni un alma, las tiendas y departamentos estaban bajo llave. era madrugada, y me dirigía, de nuevo, a casa de Michael, sin siquiera avisar a mamá.
al llegar, el familiar olor me inundó y divisé aquella nota que se había despintado y despegado por culpa de la lluvia. entré y por más que amara a ese chico, me estaba asustando por sus repentinos comportamientos de ira, su violencia y la manera equivocada de resolver las cosas.
subí las escaleras y entré a su recámara, en donde se encontraba aquel vulnerable y pequeño Michael, el Michael que conocí la primera vez. el chico de la mirada intimidante del autobús, el chico que lloraba desconsoladamente en aquella vieja estación. el chico que cada vez más se comía mi intriga y curiosidad. ahora lo encontraba en su estado más débil, más sensible.—Mic...
no dejé que continuara y me abalancé contra él en su cama. lo abracé pero hizo algo que me sorprendió, que la bilis subiera hasta mi garganta y miles de nudos se formaran en mi estómago.
me apartó.—Michael. —acusé sorprendida, ya que me esperaba una reacción completamente diferente.
—No me toques Micaela. —se levantó de su cama e hice lo mismo, ahora estábamos frente a frente. —no necesito tu maldita compasión, ni necesito que me digas que todo estará bien. no necesito tu puta lástima.—las lágrimas en su rostro eran imparables.
—Michael, por favor, escúchame. —rogué.—podremos reparar ésta crisis, bebé, lo haremos. —intenté acercarme, pero retrocedió y las lágrimas de impotencia estaban a punto de salir.
—¿repararla?— soltó una falsa carcajada mezclada con sus saladas lágrimas.— ¡estoy malditamente roto! —tomó un jarrón plateado y viejo que estrelló contra la pared. —soy un monstruo, ¡mierda!—y dio un puñetazo en la pared, hasta que sus nudillos tenían pequeños rasguños.
retrocedí, y él, al ver eso, la pared recibió otro golpe mientras la pintura de ésta comenzaba a desprenderse.
—Michael, te vas a lastimar. —mi voz sonaba entrecortada.
—cuando callo, mis palabras las recibe la maldita pared.
me miró, y su mirada no era de ayuda, era profunda, sin ningún brillo, sin ninguna emoción. sus ojos inyectados en sangre me decían que estaba desesperado, que estaba molesto consigo mismo. y eso, era terrible.
no dije nada más, y poco me importó su reacción, ya que lo tome en mis brazos pero su fuerza era mayor a la mía y me empujó fuertemente, haciendo que chocara contra él espejo, que se agrietó debido al impacto.
—¡joder!, mierda ¿estás bien?
corrió hacia mí y por reflejo, retrocedí ante él, pero, jamás, lo iba a dejar sólo.
la madrugada y la lluvia no ayudaba en nada a la situación.
—Michael, tranquilo. —le dije y las lágrimas
ya también corrían por mis mejillas.—Michael, mírame.
no hizo caso y siguió mirando al piso, perdido en sus pensamientos.
el sol mañanero del martes, 22, se asomaba en el horizonte.
—eres la primera persona que he tenido la capacidad de amar. tus ojos, tu cabello.
—Mike...
—¡Cállate! por una puta vez en tu vida, cállate.
y obedecí. porque sino lo hacía, absolutamente todo sería peor.
»te amo, Micaela, no te das una maldita idea de cuánto. solo que ya estoy cansado, ya estoy cansado de ésta maldita vida en la que sólo está llena de hijos de puta. no tengo la capacidad de amarme a mí mismo. ¿ves mis putas muñecas? —se subió su manga. y señaló las marcas.— ¿las ves?
asentí con dolor. sabía que Michael lo hacía, pero no sabía que había recientes.
»cada una de estas malditas marcas son por cada cosa que he pasado en mi vida. mi corazón es negro, Micaela, y tú le estás poniendo color, ¡PERO YA ESTOY CANSADO! —gritó.
—Michael, tranquilo, a donde quiera que vayas yo te voy a seguir. siempre estaré contigo.
—¿en serio?—y vi en sus ojos esperanza, estaba funcionando. Michael y yo saldríamos de aquí volviendo a ser los mismos. yo para él y él para mí.
—sí, bebé.
sonrío y abrió desesperadamente el ultimo cajón de su cómoda.
los nervios se apoderaron de mí, y comencé a retroceder, mientras se acercaba a mí con un brillante cuchillo. quería gritar, quería salir de ahí. ¿para qué demonios lo quería ésa maldita arma?
—Michael, baja él cuchillo.
—El cuchillo es malo sólo cuando el portador es malo, ¿no?
su rostro estaba empapado en lágrimas y sudor. estába rojizo y, por primera vez, sentí miedo por aquel chico.
el siguiente movimiento, fue que Michael me había abrazado fuertemente, mientras yo intentaba zafarme de su agarre. y lo siguiente, fue un ruido espantoso, y un dolor intenso en mi estómago que poco a poco se fue directo a todo mi cuerpo.
Michael me había clavado el cuchillo.
quería debilitarme y caer. moriría en cualquier segundo, pero Michael me tenía sostenida fuertemente contra su pecho.
—a donde quiera que yo vaya, me vas a seguir, ¿verdad? —dijo contra mi oído y yo no podía articular ni una sola palabra. mis planes a futuro, mi universidad, mi mamá, Luke y mis amigos, pasaron por mi mente en aquel momento, en donde sabía, no había vuelta atrás. aquí era el final de mi vida.
caí en cuanto los brazos de Michael me soltaron. y en la alfombra pude apreciar ligeramente mi sangre, debido a que mi vista comenzaba a nublarse. la temperatura de mi cuerpo disminuyó y mis labios se resecaron.
a mi lado derecho, hacia dónde tenía dirigid a mi vista, Michael cayó, a mi lado. y pude apreciar ligeramente que aquel cuchillo estaba clavado en su cuello, justo como aquel día.
—que tengas un lindo martes, amor. nos vemos arriba. —oí decirme débilmente y fue ahí, cuando cerré mis ojos, para jamás despertar.