Suga - Jimin

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  Su mirada estaba perdida en algún lugar, como siempre. Ji Min sabía que no podía hacer nada con eso, a fin de cuentas, le sucedía a todos los robots. La gente se auto convencía de que ahora eran más humanos, con sentimientos y decisiones propias, pero no se trataba más que de una falacia. Él lo sabía, lo tenía claro y nunca había dudado de ello... hasta entonces. El modelo que había encargado por catálogo parecía más simple en la fotografía de lo que había resultado en la realidad. Ji Min solo había tenido dos robots hasta entonces, y si había encargado un tercero era porque por desgracia se había estropeado y no había opciones de reparación.
La caja que había llegado era también más pequeña de lo que se esperaba. Su último robot, modelo 39 A002, le sacaba dos cabezas y muchas veces tenía que pedirle que se agachara para poder hablarle. Con curiosidad, se había deshecho del embalaje. Por supuesto, cada robot era único y diferente incluso si eran la misma marca porque el comprador escogía su aspecto entre el abanico de posibilidades escogido. Le había puesto el cabello verde claro y sonrió al ver que era justo el tono que deseaba. Sus ojos estaban cerrados y sus mejillas un poco sonrojadas, en contraste con su piel lechosa.
-Uff...-suspiró, puesto que su rostro parecía incluso más real que el de 39 A002. Le rozó los labios por la yema de los dedos y estos se despegaron un poco: eran rosados y esponjosos. Pudo entrever unos dientes pequeños y brillantes.
Había llegado con la ropa que le había comprado: unos pantalones negros, una camiseta del mismo color y encima una camisa de cuadros roja y blanca. La gorra era igual que una que él tenía: le gustaba compartir detalles con sus robots.
-Es hora de despertar-musitó, apretando con ambas manos los costados del rostro del robot. No hacía falta ejercer mucha presión, sin embargo aquella era la manera de marcarlos para que nadie pudiera robarlos. Solo reaccionarían a la primera voz que escucharan, y las huellas dactilares que tocasen su cabeza-. Nombre propuesto, Suga.
Unos ojos pequeños y almendrados le observaron.
Los robots no tenían alma, ni sentimientos. Daba igual lo que dijera la gente... él lo sabía... pero entonces... ¿por qué aquella mirada que recién descubría el mundo, le resultó más viva que ninguna otra cosa?  

Micro FicsWhere stories live. Discover now