Terapia y pañuelos

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El clima frío y ventoso no parecía terminar, se erguía victorioso por esta época y se divertía con su macabra existencia que a veces no dejaba pasar bien el tiempo.

Sobretodo es difícil disfrutar de estos días de perpetuo frío a las personas que con entera confianza se atreven a no tomar precauciones, como si el frío fuera un amigo leal y no el caprichoso monarca de los primeros y últimos meses del año.

-¿Quieres que te diga el sermón que estoy pensando o te conformas con un "te lo dije" más directo? - dice Hannibal mirándote sufrir por la inminente gripe que tanto te había augurado desde hacía mucho y a lo cual no habías puesto atención hasta que fue muy tarde.

El día anterior habías despertado en cama de Hannibal, como de costumbre el ya se había ido a su consultorio, dejándote por unas cuantas horas la casa para ti y tu detestable soledad.

Sabes que nada ocurrió esa noche, justo como Hannibal había advertido, no por ello no habías estado acurrucada en su hombro fingiendo que estabas dormida, pretendiendo que no notabas esa cercanía. Pero sabes bien que el tampoco estaba dormido y no le incomodaba tu exagerada proximidad.

Esa mañana fuiste a desayunar al comedor como siempre, viste televisión como siempre y comenzó a dolerte la cabeza como nunca esos días, sentías los ojos hinchados y la garganta rasposa, y en primer momento esperabas estar equivocada, pero para cuando Hannibal regresó no pudiste evitar una revisión muy básica por parte de el, lo que le informó, muy a tu pesar, que habías enfermado de gripe.

-¿Porque tu no te enfermaste?- le recriminar con tu voz que se ha vuelto grave y rasposa, y suenas como si esperaras que el también enfermara para sufrir junto a ti, pero la verdadera pregunta es porque te enfermas te tras estar junto a él y él está fresco como lechuga.

-Debe ser porque yo si me hago caso cuando el reporte del clima dice que tomemos precauciones y usemos bufanda.- Obviamente intenta no sonreír muy evidentemente, ya que no quiere burlarse de ti, solo le parece muy irónico que tras pedirte una docena de veces que usarás otro suéter y no caminaras sin zapatos por lo casa ahora estés molesta por tu condición.

-Cuéntame un cuento.- le dices en broma sabiendo que ya iba tarde a una consulta.

-Te tengo una actividad más compleja y a la que no te podrás rehusar dada tu condición actual.- comenta el psiquiatra al tiempo que se arregla el cuello del saco casi con milimétrica precisión. - Crawford me habia estado dando advertencias sobre tu negación a cooperar con un psicólogo desde el inicio del caso. - comenta lentamente en voz alta mientras tu tos apenas te deja escucharlo. - Así que un psicólogo vendrá en un par de horas para conversar contigo.-

-Creo que eso debiste decírmelo antes.- gruñe molesta, y podrías seguir negándote al salir de la habitación y buscar por cualquier medio no estar cuando alguien llegará con afán de preguntarte cosas que ya habías respondido sobre el caso.

Sin embargo lo ves inamovible, no piensa ayudarte a escapar esta vez, se ha detenido antes de salir de la habitación y voltea a verte con semblante serio.

-Si te sigues rehusando considerarán que no sirves para el caso y lo sabes. - menciona cortante antes de salir de la habitación y dejarte ahí, sola, enferma y rodeada de medicinas, libros que Hannibal te a prestado además del que sacaste de la biblioteca hacia unos días, una caja de pañuelos y tu teléfono por si necesitas llamar a alguien.

Sabes que es cierto, y aunque no estas feliz de ser molestada por algún sujeto con aires de Sigmund Freud que cree tener la clave para resolver los misterios de tu "torturada y frágil mente", decides aceptar la visita y esperar a que aquello termine, incluso cuando aún no ha comenzado. Esperas que ese psicólogo le guste tratar con gente molesta por el resfriado.

Oblígame (Hannibal Lecter x Lector)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora