Mis zapatillas de invierno bien abrochadas, mi chaqueta en su lugar y mi bufanda lista para la acción. Salí de casa silenciosamente, cuando estuve a metros de llegar a la calle principal corrí hacia la parada de autobuses. Acomodé mi bufanda subiéndola hasta el nivel de mi nariz, si tenía suerte nadie me reconocería así. Yo no era de llevar tantas cosas abrigadas encima, un suéter color crema, una chaqueta café, unos vaqueros negros y las zapatillas de invierno eran demasiado para mí persona, pero si quería pasar desapercibida debía usar medidas extremas que no usaría todos los días.
Al llegar el autobús, me subí rápidamente, busque asiento desocupado y me senté bruscamente. No me senté de lado de la ventana, cosa que me dolió en el alma, no podría ver el paisaje ni perderme en las cosas que pasaban por fuera. Espere jugueteando con mis dedos hasta que llegara el momento de bajarme, salí a esconderme detrás de un árbol, cuando vi despejado el camino corrí para poder entrar a la escuela. Sentí un alivio impresionante, subí las escalas y aparecí por la puerta de la sala. No había mucha gente. Kevin, mi compañero de puesto casi se lanzó al suelo para poder reírse tranquilo. Diana volteo y sus ojos se abrieron como platos.
-Elena ¿Qué rayos te pasó?-exclamó- Tu odias estar con muchas cosas encima.
-A casos desesperados, soluciones desesperadas.
Me saque la bufanda y la guarde en mi bolso, me saque la chaqueta y por fin pude estar un poco más cómoda.
-¿¡Esa es mi chaqueta!?-chilló Diana- ¡La estuve buscando por semanas!
-Ah, sí. Lo siento.
Estuve todo el día mirando casi en 360 grados al rededor mío, si él ya vivía cerca de mi casa también podía salir con la sorpresa de que íbamos en la misma escuela o que lo habían transferido o lo que sea. No quería otra sorpresa. Bastante tenía con que ayer casi me cayera frente a él y que me haya trabado tanto al hablar con él. Tal vez si no hubiese seguido a ese gato no me habría topado con él y no tendría que ir a la defensiva por todos lados. Pero por otro lado ahora sabía que él vivía relativamente cerca mío y si quería verlo no tendría problema. Tampoco es que quiera verlo, digo yo.
A la salida de la escuela, luego de devolver la chaqueta, fui junto con Diana al café que estaba a unas cuadras. Infinite Coffe, uno de los mejores de la ciudad. Pedí un capuchino de vainilla con azúcar extra, para llevar, mi paladar es un adicto a lo dulce y a los pastelillos. Diana pidió un café cortado para llevar también, al principio nos íbamos a quedar conversando, pero llamaron a Diana de último momento que debía llegar a casa a cuidar a su hermanita, por eso me quedaría un rato en la plaza a tomarme mi capuchino. Me senté en una de las bancas, le saque la tapa al vaso y comencé a tomarlo sin problema alguno por la temperatura. Un animal peludo llegó a mi lado, sonreí y comencé a acariciarlo.
-Gato tonto, ayer me dejaste hacer él ridículo-lo miré a los ojos- Eres un lindo gato. ¿Por qué rayos me hiciste seguirte?
El gato ladeo su cabeza y solo maulló.
¿Y tú qué haces hablándole a un gato Elena?-me dije a mí misma en mi mente.
Sentí una tranquilidad al estar acariciando al gato, sentí como comenzó a ronronear y a mover la cola. Detuve las caricias cuando caí en la cuenta...¡Él también podría estar aquí!
¡Alerta! ¡Error, disfraz no disponible y la capa de invisibilidad tampoco! ¡Recurrir al modo ninja! ¡GO, GO, GO!
Corrí a esconderme detrás de un árbol pero sin perder de vista al gato, tomé un sorbo del capuchino viendo como el gato se estiraba y desperezaba. Dio vuelta, me miró a los ojos y maulló, me corrió un escalofrío por la espalda. Ese gato me llegaba a dar miedo pero este árbol era lo bastante grande para esconder mi cuerpo.
-¿Qué estás haciendo Elena?
-¡LA MADRE!
Grité y pegue un salto que me obligó a soltar el capuchino y al estar sin tapa, una parte del contenido me cayó en la palma de la mano. Chille del dolor, y me abrace mi mano contra mi pecho. Ay Dios dolía.
-Lo siento, déjame ayudarte, rápido.
Me obligó a despegar mi mano de mi pecho y abrirla. Sacó una botella de su mochila y comenzó a dejar correr el agua sobre la zona en que el café había caído. Hice una mueca de dolor y cuando ya el agua se había agotado también desapareció el dolor.
-Gracias-susurre.
-¿Qué hacías detrás de un árbol?-sonrío.
Oh nada solo me escondía de ti, nada inusual, lo típico.
-Solo estaba mirando a tu gato.
-Ese no es mi gato-sonrío- aunque sí es lindo y parecido.
-Oh...pues yo me voy, debo curar esto de alguna manera. Nos vemos.
¡Mayday! Contacto visual detectado, aborten misión, repito, ¡Aborta la misión Elena!
-No, déjame llevarte a mi casa, mi madre es enfermera-se rascó la nuca- fue mi culpa déjame ayudar.
No me dejo responder y solo me jaló de la otra mano. Caminamos en silencio hasta que llegamos a la calle donde él había entrado el día anterior. Intenté caminar más lento y poder salir corriendo a mi casa. Se alejaba, un poco más, un poco.
-No te quedes atrás.
Me reí nerviosa. No tenía hacia dónde correr y si me veía hacerlo quedaría mucho más en ridículo. Me invitó a pasar a una casa blanca grande, con un jardín muy lindo y lleno de flores. Sacó sus llaves de su mochila que prácticamente estaba vacía, abrió la puerta y nuevamente me invitó a entrar.
-Mamá llegue-anunció.
Dejó sus cosas en un largo sofá de cuero café, me indicó que hiciera lo mismo. Una mujer de cabello brillante y castaño bajo las escaleras de madera barnizado. Me sonrió al verme y se acercó a abrazar a su hijo.
-Sebastián, ¿es tu novia?-preguntó con una sonrisa.
-Mamá, no es mi novia es mi amiga. -sonrío- Se llama Elena, la conocí hace unos días. Necesito tu ayuda, la asusté hoy sin querer y se quemó la mano con café.
Su madre le dio una mirada de desaprobación y cuando estuve a punto de decir que fue mi culpa me sonrió y me guió a la mesa. Sebastián que era como lo había llamado su madre llegó con unas vendas y se las dejo a su madre. El tacto de las manos de ella era suave y casi ni sentí dolor cuando las vendas tocaron mi piel y no se demoró nada en que ya estuviera listo.
-¿Quieres que te vaya a dejar?-preguntó con su chaqueta a medio poner.
-Vivo solo a unas cuadras, no es necesario.
Me despedí de su madre quien me abrazó amorosamente y él me acompañó afuera.
-¿Crees que pueda ir por ti en la mañana?-preguntó- aún me siento culpable y quiero hacer algo para que sea más fácil estar con eso-apuntó a las vendas.
-No sabes dónde vivo-encogí mis hombros- pero si quieres, si o yo te aviso si me es muy difícil. Nos vemos.
Comencé a caminar hacia mi casa, sentí su mirada en mi espalda, di media vuelta y vi cómo agitó su mano despidiéndose. Sonreí ligeramente.
Ay Dios mío Elena apágate chica que con tus mejillas podrías provocar un incendio mujer.
Ese chico lograba que mis mejillas se encendieran y me provocaba nervios. Solo lo conocía hace unos días, ni siquiera una semana y ya sabia quien era su madre, como era su casa, su nombre e incluso vi a su gato y lo seguí. No sé qué podía ser esto que podía estar sintiendo pero no era tan malo como para sentirlo de nuevo.
ESTÁS LEYENDO
Palabras Prohibidas
Teen FictionElena, una chica completamente normal como cualquier otro adolescente, odia los lunes como todo el mundo, tiene una familia y amigos que la quieren y su vida es totalmente tranquila. Pero llegara un suceso, un alguien que comenzara a hacerla sentir...