Parte de mí.

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Sebastián.-

Nunca había respirado tan lento en mi vida, realmente estábamos en la jaula con el león, en este caso el padre de Elena. Me mantuve totalmente serio, ocupe todas mis fuerzas para no parecer tenso, su mirada y la mía estaban prácticamente en una competencia, quien esquivaba al otro perdía y yo no estaba dispuesto a eso. Noté ligeramente una mirada más dulce a mi lado, Elena me miró por unos segundos, me aguanté las ganas de sonreírle, eso podría levantar sospechas, mis movimientos debían ser limitados y casi imperceptibles.

Que la madre de Elena hablara para luego poder irnos fue un sentimiento de alivio total, entramos al auto en silencio, rápidamente, partimos el camino y me batallé seriamente en si detenerme y bajarme para tomar un poco de aire pero lo descarté al imaginar lo dramático que se vería eso de mi parte. Bastó que tomara la mano de ella para disipar todo mi nerviosismo acumulado desde que había llegado a su casa. El camino era tranquilo, con la radio local puesta estábamos a gusto, pero fue tiempo después donde la señal se comenzó a perder y cuando Elena estaba revisando los CD's que llevaba en el auto. La miraba uno que otro segundo, cantando o más bien simulando cantar con sus labios, las ondas de su cabello caían con una elegancia única, sus labios eran perfectos y aunque quisiera contemplarla el resto del camino en ese estado donde era ella misma sin preocuparse de nada, debía seguir con los ojos en el camino.

Fue llegar y comenzar a entrar en reversa para que su estado de calma de volviera uno de total alerta, apretaba sus labios pensando en si bajarse o quedarse dentro del auto, finalmente optó por la segunda opción, pero juro haber visto como el color volvía a su rostro cuando el auto se detuvo. Al bajarnos yo no perdí tiempo, de inmediato quería instalar nuestro lugar de picnic nocturno. Sentí su presencia a mi lado, sigilosa, no dude en sonreírle.

- ¿Comenzamos?

Una manta prestada por mi madre fue lo primero en ser puesto en el suelo, los snack vinieron después; debía agradecerle luego a mi madre, ella me había dado muchas ideas sobre que traer para comer y caí en la idea de que fue acertado al ver como sonrío y brillaron los ojos de mi chica.

Mi chica... que bien sonaba eso en mi mente.

Fue con un puchero que me dio a saber que tenía frío, tal como ella me había pedido traje al menos un polerón polo que le entregué a los segundos, aunque tenía una chaqueta y otra manta por si las dudas. Mientras veía como se colocaba la prenda mía que seguramente le quedaría gigante, solté mis primeras palabras.

- Sabes, nunca había estado tan nervioso en mi vida-dije mirando hacia el paisaje.

- ¿De verdad? No lo parecía.

- Lo digo en serio, la mirada de tu padre era casi estranguladora, pero...

Me quedé en silencio, al verla ya abrigada, el hecho de pasar su cabeza por la prenda le había desordenado un poco el cabello... ¿Ya había hablado de sus ojos? Sus ojos eran hipnotizantes, solo deseaba que me miraban a mi, deleitarme de ellos, ver todos sus cambios posibles, cuando se sorprendía, cuando reía, cuando se enojaba, cuando estaba distraída. Todo. Podía tenerme a su merced con solo fijar su mirada en la mía, si bien no era una de las chicas con más fuerza, altura o la más intimidante, podía hacer que me arrodillara ante ella.

-...valió cada segundo.

Sin vacilar la tome de la cintura y la levanté sorprendiendola completamente, sus brazos y piernas se enrollaron en mi cuello y cintura. Una sonrisa era lo que ella provocaba en mi cada vez que la tenía cerca, observé como sus mejillas iban tomando un color más fuerte, entre rosado o un rojo sutil y mi cuerpo sintió como se removió ligeramente.

- ¿Puedo... besarte?

Su pregunta penetró en lo más profundo de mis oídos para apoderarse de mí y no querer soltarla nunca, se veía inocente ante mis ojos, tierna, tímida y preciosa. Solo pude reír un poco, no como para burlarme ni hacerla enfadar o confundir y me permití responderle.

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⏰ Última actualización: Jan 03, 2019 ⏰

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