Hablemos de formalidades

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Sentía los ojos de mi madre y de Sebastián sobre mí. Mi padre era un tema delicado, sabía que no sería fácil, no me aterraba pero tampoco era algo que no me provocara un poco de nervios.

- Creo que aún no es el momento para contarle, aunque esto sea reciente...

- Reciente-escuché la risa de Sebastián- Llevamos ya casi meses interesados el uno en el otro... no es reciente.

Mi madre irradiaba ternura y calidez. Nos señaló que nos sentáramos en la mesa, nos serviría algo para comer rápido antes de que pudiera llegar mi padre. Sentí una de las manos de Sebastián posicionarse suavemente en mi cintura mientras con la otra movía la silla para que estuviera más cerca, di vuelta mi cabeza para poder mirarlo pero me topé de frente con sus ojos intensos, juro que suspiré y cada parte de mi ser deseaba derretirse en sus brazos fuertes mientras no dejabamos de lado nuestra mirada el uno en el otro. Sus labios se acercaron a mi oreja hasta que estuvieran tan cerca como para provocar un leve roce.

- Dejaremos la conversación sobre tu padre para más tarde, entre tú y yo.

Se alejó y soltó una leve risa al ver mi expresión y como tragaba saliva luego de que se alejara lo suficiente para ya verle casi la mitad del cuerpo.

¿Era la única que sentía un gran calor en la casa?

Podría desmayar un día solo por estas acciones, podría ser un precio razonable por tenerlo a él a mi lado. Mi madre llegó con los platos casi llenos, al tope de lo que podían, muchas veces mi madre cocinaba para un ejército y no solo para ella, mi padre y yo, luego tenía que preguntar en la familia si alguien quería almorzar aquí en casa o a mandar comida a mis primos con mi padre, o en casos extremos era simplemente el menú de casi tres días.

Al no estar acostumbrada a las visitas que no fueran las de Diana, mi madre preguntaba o contaba cada cosa que se le viniera en la mente, por suerte no se contaba cosas vergonzosas sobre mí, cosa que muchas veces es casi tradición en las relaciones pero vamos un paso a la vez, lento pero seguro. Sebastián acabó todo el plato de comida que mi madre le puso, yo a duras penas pude comer la mitad de mi plato y ya sentía el estómago apunto de explotar. Levanté los platos para llevarlos a la cocina y lavarlos, con el fin de que mi madre no lo hiciera, pero no.

- ¿Qué haces? No, no, anda con tu novio, se sientan en la sala y charlan un rato antes de que llegue tu padre.

Me empujó fuera de la cocina y nos señaló la sala y la televisión. Miré a Sebastián y me encogí de hombros.

- Cuando voy a ayudar me dice que no.

Sebastián se sentó en el sofá de la sala, yo cómodamente me estiré y puse mi cabeza en sus piernas, Yang se asomó levemente por las escaleras y poco tiempo después bajó, dio un salto gatuno y se hizo bolita al lado de mi estómago dispuesto a dormir. Los dedos de Sebastián pasaban entre mi cabello, no sabía que decirle, que conversarle, no quería hablar de mi padre, necesitábamos un plan para poder estar juntos sin miedo, tranquilos.

- Veamos ¿Qué te preocupa de que tu padre se entere? ¿No crees que ya eres mayor como para tener un novio como yo?

- Eso acaba de sonar muy egocéntrico-sonreí levemente a como sus ojos rodaron.

- No quise que sonara así, pero entiendes a lo que quiero llegar.

- Sí... tú no lo conoces...

- Creo que más menos me basta con lo que sucedió en tu cumpleaños -acarició mi cabello una vez más- ¿Qué te preocupa?

- ¡Su reacción! ¡Que me impida estar feliz contigo! -dije fuerte, provocando que Yang se moviera- perdón.

- Entonces, ¿quieres mantenerlo en secreto por ahora? -levantó una ceja.

Palabras ProhibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora