Diana acariciaba mi cabello, intentaba hacerme trenzas mientras yo me iba entre suspiros. Kevin jugaba con mis dedos e intentaba darme ánimos. El día de mi cumpleaños casi termina en desastre, de no ser por mi madre que sembraba la paz en el ambiente, todo se hubiese ido al carajo. Mi padre desde aquella discusión no me hablaba más que un buenos días y un buenas noches, no me gustaba la situación pero era justo que el conociera lo que yo pensaba y que no me iba a dejar pasar a llevar por una estupidez que nunca me explicó en su momento. Sebastián había desaparecido, bueno, más bien yo había desaparecido. Me daba una vergüenza total aparecer frente sus ojos y que vieran mi rostro luego de lo que aconteció ese día. Cuando Sebastián se había ido y con Diana estábamos en mi cuarto acariciando a mi gato nuevo llamado Yang, escuchábamos que las cosas no andaban muy bien, pero nada podía hacer ahora, lo que le había dicho a mi padre no lo podría borrar de su cabeza, aunque vinieran los hombres de negro, el recuerdo de mis palabras seguiría allí. Yang resultaba ser muy bien portado, se quedaba en su caja y no salía de mi habitación, pero a pesar de eso, mi madre lo había encontrado jugando con una de mis medias, prometió guardar el secreto al menos.
-Elena-dijo Kevin- ¿Te sientes bien ahora?
-Quiero a mi gato-dije haciendo pucheros.
Diana suspiró, Kevin tomó mi mano y la apretó. Mi atención en clases no existió en todo el día. Todos mis pensamientos iban hacia lo que sentía ¿Realmente era amor? Tal vez ¿Cariño? ¿Un acto de rebeldía? ¿Qué era exactamente? Cierto, yo, Elena, nunca me habia enamorado y el niño que se había declarado a mi cuando tenía apenas cinco años obviamente no contaba dah. Un día debía enfrentar esto y hablar con mi padre, pero yo no quería dar mi brazo a torcer y el tampoco. Mi madre había ido por mi a la escuela, no alcance a despedirme de nadie, mi madre prácticamente me quería llevar arrastrando a casa. Habíamos tomado el camino corto a casa así que lo podíamos recorrer a pie. Ella miraba demasiado hacia en frente y nunca bajaba la mirada, me asustaba.
-¿Sucede algo...?
-Quiero que vayas con tu tía o con Diana, pero no con Sebastián-suspiro al ver mis ojos abrirse- A tu padre, se le han pasado las cervezas en casa y ya sabes lo emotivo que se pone.
-¿Puedo hablar con el?-frunci el seño.
-Sabes que puede decir cosas hirientes-sonrió levemente- Entiende que eres su única niña, aún le afecta todo esto.
No dije nada más y clave la mirada en mis zapatillas. Lo que restó del camino a casa fue totalmente en compañía del sonido de la naturaleza y el entorno pero ningún sonido salió de nuestras cuerdas vocales, nada.
Yo lo que más odiaba era ver a mi padre o madre tomar alcohol y aunque yo lo hacía en ocasiones y no tenía edad para andar juzgando, aún así no me gustaba y me enojaba o dejaba de hablar es por unas largas horas o días.
Ellos podían tomar pero sabían mi reacción.
Metí la llave en el cerrojo y abrí la puerta empujandola sin cuidado alguno. Mi padre estaba sentado con una lata de cerveza en la mano, mirando por la ventana como si los años pasarán delante de él.
-¿Qué crees que haces?-pregunté con mi tono de voz un poco más alto- ¿Era necesario llegar a todo esto?
Fijó su mirada en mis ojos y simplemente soltó una risa.
-¿Dije algo gracioso?-solté más molesta- No puedes solucionar todos tus problemas con alcohol, es algo bastante inmaduro, ¿no crees?
-La inmadura ered tu, que creed estar enamorada de ese chico -sonrio- Eso es inmaduro, no conoces lo que es el amor, eres muy pequeña para entenderlo.
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Palabras Prohibidas
Teen FictionElena, una chica completamente normal como cualquier otro adolescente, odia los lunes como todo el mundo, tiene una familia y amigos que la quieren y su vida es totalmente tranquila. Pero llegara un suceso, un alguien que comenzara a hacerla sentir...