Un demonio interior.

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Días después de aquella sonrisa de mi padre, decidí dejar de analizarla, seguro era sincera, pocas veces sonreía. Me enfoqué netamente en la escuela y en intentar no impacientarme por no poder estar aún con Sebastián quién iba a buscarme casi todas las mañanas, se había tomado a pecho el hecho de que si seguía faltando podía repetir mi último año de escuela.

En una de las tardes en la sala, antes de irnos sentí a alguien detrás de mí.

- ¡Elena!

- ¡Diablos! Carly...¿Quieres matarme?

Negó con una sonrisa.

-Quería invitarte a mi fiesta de esta noche-guiñó su ojo- Ya que la vez pasada no pudiste disfrutarla bien.

-¡Oh sería genial ir! ¿Te molesta si llevo a un amigo?

-Para nada, pues es hoy a la noche.

-¿Hoy? Pero si hoy es...viernes...-guardé silencio- No he dicho nada.

Solo volvió a sonreir, se despidió y salió de la sala con su bolso. Mientras caminaba a casa pensaba en como pediría permiso, tal vez no me dejarían y yo quería volver a sentir una experiencia nueva pero esta vez responsablemente.

Llegué con los nervios a todo dar internamente, debía verme seria o mi madre sospecharía de algo. Ella estaba en su habitación intentando pintarse bien las uñas. Sonreí con cierta ternura.

-Mamá, deja que yo lo haga.

-Elena, no te oí llegar-sonrió complacida.

Me entregó todas las cosas, mientras pintaba sus uñas me atreví a preguntarle.

-Sabes, hoy me invitaron a una fiesta, donde mismo fue hace unas semanas atrás ¿recuerdas?

-Oh si, ese día en casa de Diana. Por mí no hay problema.

-¿Debo preguntarle a papá?

-Se fue hace unas horas a no se que ciudad por temas de negocios, no lo veo necesario. Pero-puso su dedo acusador en mi nariz- Si vas a tomar alcohol no más de una cerveza y nada de otras cosas y siempre cerca de Diana o Kevin.

Apenas terminé de pintarle las uñas me lancé sobre ella y la abracé fuerte. Según el reloj de la habitación de ella, eran las 18.34. Debía arreglarme, debía ir con Sebastián y que me acompañara, no quería volver a correr un riesgo. Saqué unos jeans casi nuevos, una blusa blanca y mis zapatillas de siempre, un poco de máscara de pestañas, un lindo labial, un poco de ondas en el cabello y estaba lista. No necesitaba ir a lucirme como estrella de cine.

19.43

-¡Mamaa!-grité fuerte- ¡Me iré ya!

-¡Deja que vaya a despedirme!

La esperé sentada en la sala con mi bolso que estaba casi vacío. Yang llegó a mi lado maullandome, sus ojos reflejaban preocupación o tristeza. Cuando me levanté a despedirme de mi madre Yang puso su patita encima de mi pierna.

-No me iré gato, no otra vez.

Le dí un besito en una de sus orejas y solo maulló una última vez antes de acurrucarse a dormir.

-No vuelvas sola ni muy tarde-me abrazó- Te quiero hija.

-Yo también mamá. Mucho.

Me dió incluso pena irme. Caminé las calles hasta la casa de Sebastián, era un alivio que quedara cerca. Cuando llegué su madre me abrió la puerta con una sonrisa, avisándole a Sebastián que venía a verlo y que estaba guapa. Su madre sabía ponerme en situaciones vergonzosas.

Palabras ProhibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora