El ruido de una corneta me despertó, y sobresaltada gire de la cama y caí al suelo. ¿Qué hora era? ¿Las 5 de la mañana?
—¡Arriba holgazanes¡ Tienen 50 minutos para alistarse e ir al comedor— gritó una voz femenina que yo reconocía... ¡Claro! La señora güera de la oficina.
Para ser sincera, tenía ganas de seguir durmiendo, había pasado unos días difíciles y lo menos que me merecía era descansar, pero claro, estos señores no lo comprendían.
"Al menos, podré ver el amanecer" pensé. Era lo único positivo que se me ocurría. Me levante de la cama y mire alrededor. No sabía qué hacer. "Es que estos tipos ya tienen una rutina perfecta, y a mí nadie me explico cómo funcionaba"
—Ponte el uniforme de al lado, y luego los tenis que están abajo, en la cajonera— me dijo Charlotte, que al parecer se había dado cuenta de lo confundida que estaba.
—Gracias— susurré con una sonrisa y ella se alejó, para poder cambiarse. Entonces recordé algo.
—Hey, Charlotte— dije elevando un poco la voz y ella apareció de inmediato —¿y qué hay de mi ropa? ¿Para qué me la trajeron si no puedo usarla?
Ella me miró con asombro y se acercó mucho más.
—¿Esa es TÚ ropa?—Asentí. —¿Me estás diciendo que ellos te permitieron traer parte de tu ropa contigo?— me preguntó tan asombrada que no pude evitar sentirme confundida.
—Bueno, en realidad, ellos mismos la tomaron de mi habitación y la trajeron conmigo.
Frunció el ceño y luego dijo casi para sí misma —Esto es muy extraño—.
Hice lo que todos. Tome una ducha, arreglé mi cama y me puse mi uniforme, que estaba colgado en un gancho en el clóset al lado de la litera. Me puse los tenis que Charlotte me dijo (que más bien eran una especie de botines), arreglé mi cabello y lo peiné en una sola coleta y luego me paré en frente de mi cama, inmóvil, esperando instrucciones.
No podía dejar de pensar en lo que me había dicho Charlotte, ¿me habría mentido Jack? Tenía que hablar con él la próxima vez que lo viera. De pronto, me percaté de algo: alguien me estaba observando; no era algo nuevo, ya había sentido esa mirada antes... Sí, la de esos penetrantes ojos azules. Voltee a verlo pero él desvió su mirada, como si jamás hubiera pasado nada. Reí para mis adentros. Qué tonto chico, pensé.
Segundos después, volvieron a abrirse las puertas de la habitación, pero esta vez, era Jack; me gustó verlo, él me infundía cierta confianza que hasta entonces no sabía que podía tener, de modo que lo miré y sonreí, y él hizo lo mismo.
—Al comedor chicos.— Dio media vuelta y todos lo seguimos por un pasillo largo y después de girar a la derecha y cruzar una puerta, entramos en el comedor.
Era un lugar grande, con varias mesas y sillas, todo en la misma paleta de colores. Al entrar en la habitación todos se movieron en diferentes direcciones, creo que aquí cada quien era libre de elegir con quién estar y donde sentarse. Me dirigí a Jack.
—Me mentiste.— Me miró con sus bellos ojos verdes y me preguntó tranquilamente —¿A qué te refieres?— No parecía preocupado en lo absoluto, así que continué.
—Dijiste que los oficiales me habían traído una mochila con objetos personales, pero no es así, nadie más en el escuadrón la tiene— reproché, aunque no estaba segura de la veracidad de mis palabras, pero necesitaba un argumento para averiguar la verdad.
—Tienes razón. Fui yo— dijo apaciblemente, sin mirarme a los ojos.
No supe qué decir. Quería preguntarle muchas cosas, ¿por qué? ¿Por qué solo yo gozaba de ese privilegio? ¿Acaso tenía cierto favoritismo hacia mi? ¿Le permitían hacer eso sin ser castigado? No quería parecer demasiado curiosa, así que me limité a decir un gracias.
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El precio de una deuda
Ficción históricaEn Armenia, las cosas no podrían estar peor. Ese bello país, que alguna vez disfrutó de paz y seguridad, se ha convertido en un lugar lleno de desesperación y tristeza, pues las medidas "necesarias" que se habían tomado para saldar una deuda, comien...