Capítulo 18

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Charlotte me volteó a ver con los ojos bien abiertos.

—No Jane, debe haber algún error...—me susurró casi llorando.

Debía haberlo. Simplemente no tenía sentido.

—¿Y qué hay de todos aquellos argumentos que decían que ella no estaba preparada? Porque hasta donde yo sabía  ella tiene poco menos de un año aquí y aún es menor de edad—rebatía otra voz.

Sí, vamos. Dígale que yo no puedo ir allá.

—Es verdad, pero pocos alumnos se han adaptado tan rápido como ella y son tan diestros en sus áreas. Si bien es cierto que tiene menos de un año aquí, ha demostrado ser muy inteligente al elaborar estrategias y estamos seguros que será de gran ayuda en la guerra.

—Aún así, debe recordar oficial, que no es lo mismo ponerlo en práctica teóricamente y por escrito, que en una situación real. Usted sabe que el miedo paraliza a muchos y limita sus capacidades. No queremos que en medio de una batalla se bloquee y pierda el control de la situación. En ese momento un error podría significar la vida de otros.

Tan solo pensarlo me ponía la piel de gallina. No quería ni verme en un campo de batalla, planeando estrategias para matar a otros y abriéndole el paso a mi ejército. Yo no era azerí, era de origen armenio. Prácticamente era como traicionar a mi país. No sé si no habían pensado en eso, porque aunque yo no era patriótica, sé que muchos de mis compañeros lo serían y tal vez hasta podrían negarse a participar en una guerra de este tipo.

—Eso es cierto, pero sabemos que con ella no es así. Ya lo comprobamos mediante una prueba—dijo una voz familiar, como la de un maestro.

¿Prueba, cuál prueba?

—Hace poco realizamos un examen a todos los alumnos y los sometimos bajo mucha presión para saber cómo respondían. Y a Jane, en lugar de bloquearse la volvió más capaz.

Ah. Esa prueba...

Había sido unas semanas atrás, pero yo no le había visto nada extraño ese día. En lugar de ir a clase de educación física, nos habían llevado por separado con diferentes profesores, dijeron que ese sería nuestro examen y valdría el 50% de la calificación. Nos vendaron los ojos, y con cronómetro en mano, nos tomaron el tiempo. El profesor nos iba dando instrucciones y nosotros teníamos que seguirlas. Si no cumplíamos las tareas en el tiempo indicado dijeron que nos encerrarían en un cuarto oscuro, sin agua ni comida por dos días . Nadie quería eso.

Lo que teníamos que hacer ahí era bastante descabellado. Estábamos en un campo grande lleno de fango y lodo, debíamos subir un pasamanos muy alto que debajo tenía plantas con espinas y hiedra venenosa, después continuar el camino que nos indicaran y lanzarnos a una piscina profunda, donde nadaríamos 10 metros hasta llegar al otro extremo, finalmente llegaríamos a una colchoneta donde nos podríamos descubrir los ojos y entonces tendríamos que derribar al oponente que nos pusieran. 

Esto suponía un gran reto de diferentes maneras, pues algunos carecían de fuerza en los brazos, otros eran muy lentos al nadar, y algunos poco diestros en la lucha cuerpo a cuerpo. Y el castigo no era nada alentador.

Esa vez recuerdo que me propuse lograrlo. Me dije a mí misma que lo haría rápido y lo mejor posible. No podía someterme al desgasto extra de estar sin comida y agua por dos días. Así que me grabé  el recorrido mentalmente y calculé la distancia de un punto a otro, y claro, escuchaba con atención lo que decía el profesor en cada instrucción.

Si daba un poco de temor... Alguna pisada en falso y podías caer y perder el sentido de orientación, o simplemente resbalarte en el pasamanos y entonces de ahí ya no podrías salir. A mí lo que me preocupaba más era el hecho de nadar a ciegas, pues era nueva en ese deporte y me costaba sacar la cabeza para tomar aire.

El precio de una deudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora