Parece que no había ningún inconveniente en que me sentara con mis hermanos a comer, así que lo hice. Todos los niños se me quedaban viendo, creo que interrumpía sus juegos infantiles, era la más grande de ahí. Bien pude haberme ido con mi escuadrón, y evitar las miradas de todos, porque de por sí odiaba llamar demasiado la atención, pero no, quería estar con mis hermanitos, y nadie me robaría ese momento.
—Bien, cuéntenme ¿cómo les ha ido aquí? ¿Desde cuando llegaron?— pregunté a ambos.
—Oh, desde antier — respondió Tyler.
—Extraño levantarme a las 11 de la mañana. ¡Aquí tengo que despertarme cuando todo está oscuro!— exclamó Matthy, con esa inocencia que me daba tanta ternura. No pude evitar reír.
—Lo entiendo mis niños, pero tendrán que acostumbrarse a esta vida hasta que pueda llevarlos de nuevo a casa, pero mientras, deben prometer portarse bien y hacer todo lo que les pidan— ordené con dulzura, mientras acariciaba sus cabezas, tal como solía hacer mamá.
—¿Y eso cuando será, cuándo volveremos a casa? — pregunto Matthy con ilusión y yo me sentí mal. No tenía ni idea de la respuesta, ni siquiera estaba segura de que lo lograría, pero lo que sí sabía es que lucharía con todas mis fuerzas para sacarlos de ahí.
—Pronto— me limité a decir. De pronto volteé a ver a Tyler, que tenía la vista fija en el suelo, con su rostro inexpresivo. Estaba apunto de preguntarle qué tenía pero entonces escuche esas palabras que destrozaron mi corazón.
—Mi padre está muerto— dijo seco, en voz baja, casi para sí mismo. Se me hizo un nudo en la garganta, no sabía que responder. De nuevo la maldita impotencia, sin poder hacer nada, atada a la silla, sin siquiera poder articular una palabra.
—No es tu culpa. Nadie de nosotros tiene la culpa.— Miré de inmediato a Matthy ¿era posible que un niño tan pequeño tuviera mas agallas que yo? ¿Que fuera capaz de dar consuelo a su hermano mayor? Me quedé anonadada, sin embargo, continué.
—No necesita estar presente con nosotros físicamente, es parte de nosotros, Dios nos permitió estar con él unos años maravillosos, y debemos estar agradecidos por eso. No digo que no lo extrañemos, ni que tengamos que olvidarlo, porque las cosas no son así, nos hará falta, claro, pero debemos seguir adelante, el habría querido eso, él habría hecho eso por nosotros.— acaricié su mejilla y luego los abracé, a ambos.
Sentí como sus lágrimas mojaban mi hombro, pero apenas y se escuchaban sus gemidos, después se apartaron de mi, sequé con mi dedo índice las lágrimas de Matthy y, Tyler se limpió la cara con el brazo. —Son lo que más amo en el mundo— dije con lágrimas en el rostro y ambos sonrieron. Me sorprendía lo fuertes que eran, las circunstancias los habían obligado a madurar, y creo que a mí también me pasaba lo mismo. Ahora cargaba con el peso de la responsabilidad, tenía que cumplir el papel de madre protectora, más ahora que esos dos pequeños dependían solo de mi, no dejaría que nada les pasara.
Terminó la hora del desayuno, abracé a mis hermanos, les di un beso en la frente y me despedí.
Nos vemos a la hora de la comida— les dije y me di vuelta, busqué a mi escuadrón. Ya casi se iban.
—Hora de ir a clases— gritó la sargento de pelo rubio y todos de inmediato formaron una fila; yo simplemente los seguí. Por suerte, ahí estaba Charlotte.
—¿Qué, a donde vamos?
—A clases teóricas, estrategias de combate, prácticas digitales... Esto es una escuela militar ¿a caso no te has dado cuenta?— me dijo en voz baja.
¿Escuela militar? Creí que era una base militar... No entendía. ¿O acaso era lo mismo?
—Pensé que nos enviaban directamente a combate— dije extrañada.
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El precio de una deuda
Historical FictionEn Armenia, las cosas no podrían estar peor. Ese bello país, que alguna vez disfrutó de paz y seguridad, se ha convertido en un lugar lleno de desesperación y tristeza, pues las medidas "necesarias" que se habían tomado para saldar una deuda, comien...