6: Manzanas, aliens y aviones de papel.

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—¡Alicia, ven a desayunar!—gritó Julián mientras le agregaba azúcar a su café. Mientras tanto, una Alicia somnolienta se acercaba a la cocina—. ¡Estás pálida! ¿hace cuanto no comes?

Un día, pensó Alicia. Pero no le diría eso, no quería preocupar a su padre con sus asuntos.

—Desayuné temprano papá, no te preocupes.—mintió la joven.

—Está bien, Ali. Quiero hablarte de algo...—dudó. No sabía que decir. Las mentiras se estaban volviendo costumbre—...tu madre se fué a la casa de la abuela, tuvo que quedarse y seguirá allí un tiempo.

Alicia tomó asiento frente a su padre y lo observó con el seño fruncido, sabía que estaba mintiendo.

—¿Pasó algo, papá?

—No, sólo que la abuela está... un poco enferma, pero tranquila, tú madre se encargará de eso.—inseguro, se levantó de su silla, para tomar su abrigo.—Ali, una cosa más. Pero antes...¿te encuentras bien?

Si tan sólo supiera...

—Sí, papá. Todo bien.—mintió.

—Correcto, bueno, quiero decirte que como tu madre cuida a la abuela, yo tomaré más horas en el trabajo. ¿Estarás bien?—la muchacha asintió, con una falsa sonrisa en su rostro.—Esa es mi niña, fuerte como siempre. Volveré en la noche, te dejé dinero en la repisa de la sala. Cuidate, ¿sí?

—Sí, papá.—Julián se acercó a Alicia, para depositarle un beso en la frente.—Hasta más tarde.



Cinco horas más tarde, su padre no llegó. Su mamá no llamó. Y el hambre atacaba a Alicia. Se sentía sola y le gustaba. Con una canción de 'Sleeping with sirens' se paseaba por todo su cuarto. De vez en cuando hacía flexiones, había leído por ahí que el ejercicio ayuda a combatir la ansiedad.

—Tú puedes.—se animaba.

El hambre se encontraba allí, atormentándola en cada segundo. No llevaba mucho tiempo, pero se dio cuenta de que le hacía falta comer, no tenía muchas fuerzas. Caminó a rastras por su casa hasta llegar a su destino. La cocina. Cuando estuvo allí, ignoró el refrigerador y se encaminó directamente a la canasta de frutas sobre el mesón. Tomó una manzana, la lavó y cuando estuvo apunto de morderla, el timbre sonó por toda la casa.

-Hola, Alicia.—un sonriente, pero un tanto nervioso Marcos, se presentó al abrir la puerta.

—Mi hermana no está, vete.

—Pero tú no tienes hermana.

—Exacto.

La joven sonaba fría, pero lo cierto es que ya no era ella misma. Tal vez nunca fue alguien. Mientras ésta cerraba la puerta, una mano le impidió hacerlo por completo.

—No vengo a burlarme de ti. Sólo venía de pasada y quería preguntarte algo.—dudó un momento, pero entonces asintió, dándole a saber que quería escuchar su pregunta. Se cruzó de brazos y esperó atenta.—¿Quieres sentarte conmigo éste lunes?

—No...creo que... no estoy entendiendo.

—Mira, sé que estás mal y si quieres puedo ayudarte... digo... puedes estar conmigo, sentarte en la hora del almuerzo o no sé.

Alicia rió internamente. Yo no como, pensó.

—Bueno, está bien. Pero...no hables del tema, ¿sí?

—Sí. Hasta el lunes, Alicia.—Marcos le sonrió y se fue.

Luego de cerrar la puerta, fue en busca de su manzana. Pero de repente el hambre se había ido.

Alicia, te doy una razón para vivir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora