Era un viernes caluroso, pero no para Alicia. La joven se sentía fría, se abrazaba así misma, aún echada en la cama, con temor a perderse así misma. No pudo conciliar el sueño, sólo se dispuso a observar como pasaba el tiempo, tratando de no pensar. Porque sabía que si lo hacía, lloraría de nuevo. Que ese ese dolor en el pecho volvería y no lo aguantaría. Al llegar las primeras horas de la mañana, su madre la buscó para que, así la joven, bajara a desayunar. Pero ella no quería ni ver la comida. Tras varios gritos de parte de su madre y dos golpes en la puerta, de parte de su padre, se quedó sola. Decidió levantarse minutos después de ya no oír nada fuera.
Se dirigió al baño y de inmediato se metió bajo la ducha. El agua fría hacía que se sintiera viva. Quería poder sentirse así por siempre. Al salir, se encontró con su reflejo en en enorme espejo que tenía allí.
—Mírate,—se dijo—ellos tienen razón. Eres una maldita vaca. Un asco. ¡ES POR ESO QUE CARLOS TE DEJÓ!—terminó gritando y se largó a llorar allí. Sentía rabia y decepción. Rabia, por como la había herido, y decepción por ella misma, había dejado que ésto pasara. Y entonces lo decidió. Quería tener la vida de antes. Pero mejor. Quería ser delgada y así no la llamarían gorda. Y también, consiguiría el amor de Carlos de nuevo. Quería demostrarle al mundo que no podían con ella. Que sería feliz, haga lo que haga.
Luego de salir del baño y ponerse su ropa interior, se dirigió al cuarto de sus padres, ignorando por completo la cocina. Todavía más silencio la recibió, junto con el perfume dulce de su madre. Se dirigió al armario y del suelo de éste sacó una báscula empolvada. Recordó que su padre tenía una allí que se la había quitado a uno de sus pacientes y nunca volvió por ella. Se encaminó a su cuarto, con los pies descalzos lentamente. Aún ignorando la cocina. Dejó la báscula en el suelo de su baño, frente al espejo. Se subió pero no quería ver los números en ése momento, levantó la mirada y se observó. Estaba pálida y las ojeras contrastaban un poco. De tanto llorar y poco dormir.
—Tengo que hacerlo, voy a lograrlo.—se dijo. Suspiró y miró los números en la báscula— ¿Setenta y uno? Maldita...gorda.
En ese momento comenzó a mirarse con mucho odio, cada parte de su cuerpo estaba relleno de grasa. Podía si quiera aplastar a un montón de personas y asfixiarlas en un instante. O eso fue lo que ella pensó. Estaba cansada, se bajó de la báscula, la escondió un poco y se fué a dormir.
—¡Alicia, ven a comer!
La joven sintió sus ojos pesados al abrirlos. Sus padres se encontraban en el comedor, esperandola. Poco a poco la comida se enfriaba a como pasaban los minutos. Y Alicia no se presentaba.
—¿Crees qué aún esté durmiendo, Julián?
—Cariño, claro que sí, dejala por ahora. Necesita su espacio.—le contestó Julián a su esposa, que se encontraba preocupada por Alicia.
—Entiendo, más luego le llevaré algo a su cuarto.—dijo Susana, que en ese mismo momento tuvo que atender su teléfono—¿Sí?...ahora mismo estoy almorz...eh, sí...sí, voy en camino.
—¿Jefe?—preguntó Julián, a lo que ésta asintió.—Suerte cariño.
—Gracias, vuelvo pronto.—besó a su marido y se fué.
Al llegar a la institución, se dirigió a la oficina del director, en ese mismo momento. No quería dar vueltas, quería saber la razón por lo que su jefe la había citado.
—Hola Enrique, ¿pasó algo?—sonrió Susana, al entrar a la oficina.
—Señor Ferrer, desde ahora.—dijo serio su jefe.—Usted debe estar muy pensativa sobre la razón por la que está aquí, ¿verdad?—Susana sólo asintió con temor por el tono en el que se dirigía a ella.—Muy bien, prosigamos...ayer estaba navegando por la web y encontré algo muy...insólito y humillante. Algo de lo que, al parecer, se estuvo hablando mucho el día de hoy y usted, parece no estar enterada.—tecleó algo en la pantalla y entonces , la dio vuelta, dejando atónita a Susana.—El problema aquí, no es ella, si no el hecho de que sea su hija...
—¿A qué se refiere usted?
—Me refiero a que cuando hablan del tema, se refieren a la "hija de la Maestra Susi"—hizo un ademán con sus dedos.—Lo siento mucho señora Martínez, pero no puedo dejar que señalen a nuestra escuela. Ahora si me disculpa...
—¿Qué? ¡No puede despedirme por eso!
—¡Claro que puedo! Mis niños están a su cuidado, ¿cómo puedo esperar que eduque bien a los alumnos, si no educó como debía a su hija?
—¡Usted no debe decirme como educar a mis hijos! No entiendo ésto. Creí que confiaba en mi, pero ahora veo que no. Adiós.—Susna se levantó del asiento sin decir ni oír una palabra más. No quería ir a su casa, quería despistarse. Entonces, luego de salir, encendió el auto y se fue en dirección contraria.
...¡Es culpa de esa maldita!...ni siquiera es...¡suéltame Julián!...no digas barbaridades...¡no es mi hija!...déjame...
Los gritos de su madre, despertaron a Alicia. Se encontraba confundida. Por un momento se silenció la casa y de repente su padre entró al cuarto, ella tan sólo se hizo la dormida. No quería saber nada, estaba harta de toda su vida. Julián acarició el cabello de su hija, verificando que no esté despierta, no quería que su hija se enterara del peor secreto de la familia. Estaba asustado, comenzó a sollozar y observó dormir a su hija.
—Te amo,—le susurró—pase lo que pase.
Le dió un beso en la frente y se fué del cuarto.
ESTÁS LEYENDO
Alicia, te doy una razón para vivir.
Novela JuvenilAlicia, acaba de cumplir dos años con su novio. Pero la risueña joven entra en duda cuando, Carlos (su novio), le pide un regalo que no era de su agrado. Ella estaba segura de decir "no". Pero entonces toda su relación se pone en juego. ...