Capítulo uno

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Marika

Nos habíamos mudado de casa a un lugar más pequeño y con una renta mucho menos costosa que la del hogar en el que crecí durante toda mi vida.

No me agrada mucho la idea de comenzar a vivir en un lugar que queda prácticamente alejado de todo a lo que yo estaba acostumbrada, pero supongo que a veces los cambios son para mejor. Sé que suena todo muy conformista y es porque me he propuesto no causar problemas y llevar las cosas por la paz.

Estaba llevando un bolso muy pesado y lleno de ropa mientras observaba fijamente la figura de mi padre. Nos habíamos bajado de un bus en una parada que ahora me parecía alejada y él caminaba por delante de mí a paso firme, constante y en silencio. Me sentía algo cansada, pero no quería agobiarle pidiéndole que me ayudara a llevar el equipaje por un tramo. Después de todo, papá debe sentirse aún más cansado que yo tomando en cuenta que ha bebido un poco a escondidas durante el viaje.

-Ya falta poco- murmuró deteniéndose un momento para encender un cigarrillo en una pequeña plaza. A continuación se sentó sobre un banco y estiró su brazo para ofrecerme la cajetilla-... ¿Quieres uno?

Negué con la cabeza una sola vez. Me gusta fumar de vez en cuando, pero prefiero pagar mis vicios con mi propio dinero, además creo que tengo una cajetilla guardada entre mis cosas.

- La casa te va a encantar- murmuró papá mirándome con una pequeña sonrisa-. Es un poco más pequeña que la otra, pero es bastante acogedora.

Miré hacia las casas más cercanas a la plaza. Todas tenían segundo piso, un bonito jardín delantero con flores de colores y la apariencia de los típicos hogares de las películas. Recuerdo que de pequeña soñaba con vivir en una casa como las que estaba viendo, también quería una familia con una mamá buena y cariñosa, pero con el paso de los años me he vuelto un poco más realista y en el fondo sé que esos sueños no eran más que ilusiones de una niña inocente e ingenua.

Mi padre es un artista, se dedica a la pintura y puedo afirmar que tiene un increíble talento. Sin embargo, no gana mucho dinero y gran parte de sus ganancias se van con las botellas de alcohol que compra casi a diario, por lo que no necesito ser muy inteligente para saber que no viviré en un palacio lleno de lujos y cosas bonitas. Además, durante toda mi vida he aprendido que el negocio del arte es variante y no siempre te va bien.

Papá terminó de fumar y se puso en pie de inmediato. Yo le seguía algunos pasos más atrás, esperando poder llegar pronto al lugar que sería mi nuevo hogar. Estaba muy cansada y el gran bolso con ropa solo contribuía a que mis músculos comenzaran a quejarse.

-Hemos llegado- papá señaló una pequeña casa de color blanco y de una sola planta- ¿Qué te parece?

La casa no estaba tan mal como yo esperaba, de hecho, estaba a solo unas calles de las casas de segundo piso que había visto antes y parecía ser un lugar bastante decente.

-Es bonita- murmuré mirando la fachada-, me gusta mucho.

-Te dije que te iba a gustar- señaló abriendo la puerta-. Pensé en que podríamos mudarnos más cerca de la plaza, pero en cuanto vi lo acogedor que es este lugar, supe que te gustaría.

Es una bonita forma de decir que tal vez no siempre tendremos el dinero suficiente para pagar una renta costosa. Lo tendríamos si no fuera por el alcohol, pero bien sé que eso no está en discusión.

Por dentro la casa es de un color damasco algo descascarillado, tiene una cocina pequeña, tres habitaciones y un patio con el pasto muy verde. Decido rápidamente que mi cuarto será el que tiene vista a ese patio y comienzo a desempacar mis cosas.

Mi Destino (Bringer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora