Capítulo dieciséis

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Ben

Pasados dos días, ya me había incorporado a clases, pero las cosas ya no eran como antes. Marika se cambió de sitio en la clase de historia y parecía no querer volver a hablarme en la vida.

Durante casi una semana evitó cada punto en el que pudiéramos encontrarnos y ya ni siquiera se dignaba a ver mis mensajes porque simplemente los ignoraba sin mas.

-¿Qué tal te ha ido con tu chica?- me preguntó mi abuela un día en casa- ¿Ya la besaste?

-Sí, pero creo que no le ha gustado

-¿Por qué dices eso? ...Si comiste pizza y luego la besaste entonces estás en un grave problema, cariño. Debes lavarte los dientes siempre .

Sonreí por la broma, ahora un poco más relajado.

-Se enfadó con el beso y ahora evita estar conmigo a todas horas- dije un poco más triste de lo que pretendía sonar-. Creo que lo arruiné todo al hacerte caso, abuela.

-¡Tonterías!- exclamó ella fingiendo estar ofendida- Mis consejos siempre funcionan y si te evita es porque ese beso significó algo para ella. Si no te habla en clases, ve a su casa y obligala a afrontar la situación, ya verás como todo se arregla.

El día miércoles decidí que ya era suficiente y la esperé a la salida del instituto para seguirla a su casa. Cruzó la plaza que quedaba cerca de mi casa rápidamente y emprendió camino a un pasaje solitario con casas pequeñas.

Nunca había estado en esa calle, pero no me agradó mucho comprobar que unos chicos que fumaban fuera de un local, seguían con la vista a Marika mientras ella se dirigía a su casa.

Esperé al menos cinco minutos después de que ella entró y me acerqué con la disposición de tocar el timbre, sin embargo, unos gritos me detuvieron antes de que pudiera tocar el botón con mi dedo.

-¡¿Dónde mierda has estado?!- era una voz de hombre que sonaba un tanto distorcionada- ¡No puedes irte! ¡No puedes dejarme y marcharte! Lo entiendes ¿verdad?

-Estaba en el instituto- la voz de Marika sonaba calmada, pero creo que percibí un poco de miedo en ella-, no estaba haciendo nada malo. Por favor, tienes que calmarte.

-¡No me digas que me calme! No permitiré que una puta me vea la cara de tonto y se ría de mí en mi propia casa.

-No. No me voy a ir- la voz de Marika sonaba ahora muy segura mientras un montón de dudas se amontonaban en mi cabeza-. No soy ella, tienes que confiar en mí y...

De pronto se escuchó el ruido de unos cristales al romperse. No tenía ni la menor idea de lo que estaba pasando ahí dentro, pero comencé a sentirme preocupado en cuanto no escuché ni un solo ruido más.

¿Por qué una chica como Marika soporta que alguien le hable de esa forma? No hay explicación alguna o al menos ninguna teoría satisface mi curiosidad.

Preocupado y armándome de valor, decidí tocar el timbre. No había ruído y sentí algo de temor al pensar que aquel sujeto podría hacerle algo. Tal vez deba llamar a la policía, aunque eso sería un poco exagerado.

Toqué el timbre una última vez antes de abrir la puerta con una patada. La casa de Marika era algo extraña: no tenía muchos muebles y había un olor extraño en el ambiente.

Dí un par de pasos dentro y vi unas cuantas fotografías de ella cuando era niña, un tablero de ajedréz en la sala y unas cuantas botellas vacias de licor en una mesa de centro.

Mientras avanzaba intentando ser silencioso, pisé los trozos de una rota botella de vidrio y fue entonces que me percaté de unas gotitas de sangre.

Todo estaba muy limpio excepto por los trozos de vidrio en el suelo y la sangre que los acompañaba.

Seguí caminando por un pasillo lleno de puertas cerradas hasta que llegué a una que estaba abierta. Dentro pude ver unos cuantos peluches sobre una cama, un escritorio muy ordenado y en el suelo, junto a una caja estaba Marika rodeada de un pequeño charco de sangre.

-¡¿Qué te pasó?!- pregunté entrando para arrodillarme junto a ella- ¿Estás bien?

-¡¿Qué haces aquí?!- preguntó mirándome sorprendida- ¿Cómo entraste? ¡Tienes que irte ahora!

Se puso de pie para cerrar la puerta de su cuarto y fue entonces que vi los trozos de vidrio incrustados en su brazo. No dejaba de sangrar y me imaginé que eso debía causarle un dolor terrible.

-Tienes que ir al hospital- dije sin dejar de mirar su brazo.

Ella volvió a sentarse en el suelo y tomando unas pinzas de la caja estaba por iniciar el proceso de curación.

-No pasa nada- respondió haciendo una pequeña mueca de dolor en cuanto logró sacar un cristal ensangrentado-. He hecho esto mismo un montón de veces, no es tan grave como parece. La sangre suele ser un poco escandalosa.

-¿Qué te pasó?- pregunté mirándola a los ojos. Siempre he pensado que en su mirada hay un montón de cosas, pero ahora parece un tanto confundida.

-Se me ha caído un espejo cuando estaba colocándolo en el baño- dijo sin siquiera inmutarse- y me ha saltado un poco de vidrio encima... ¿me puedes decir cómo has llegado hasta aquí?

-Te he seguido desde el instituto, quería hablar contigo y has dejado la puerta abierta-mentí.

Ella asintió lentamente y continuó sacando los vidrios de su piel para luego bendarse con cuidado.

La historia del espejo no calzaba en absoluto con la discusión que había escuchado ni con la posibilidad de que aquel hombre le tiró una botella de vidrio encima, con la única finalidad de hacerle daño.

- Quieres hablar sobre el beso ¿verdad?- asentí una sola vez- He pensado al respecto y creo que lo mejor es fingir que nada ocurrió; podemos seguir siendo amigos, pero solo con esa condición.

Valoré mis opciones y me dije que era mejor ser su amigo y esperar lo que pase en el futuro.

La abracé por sobre los hombros y la besé en la frente. Ella no parecía incómoda aunque la verdad es que no estaba muy al pendiente, ya que aun seguía pensando en todas las cosas que había escuchado.

-Tienes que irte- susurró después de un par de minutos-. Mi padre está trabajando y puede llegar en cualquier momento. No le gustan mucho las visitas.

-Este fin de semana iré con Sissy de campamento, me iré si prometes que irás con nosotros.

-Es injusto que siempre intentes chantajearme- protestó-. No puedo prometer que iré porque no lo sé y tampoco tengo saco de dormir, pero haré lo posible.

-¿De verdad?- pregunté entrecerrando un poco los ojos.

-Lo intentaré, pero no te hagas ilusiones ni se las hagas a tu hermana... Ahora, por favor debes irte.

Me acompañó hasta la puerta de la casa y la cerró con llave en cuanto salí.

Comencé a caminar lentamente por las calles para llegar a mi casa. Tenía una sensación de malestar en el estómago, estaba uniendo cabos y la verdad que estaba escondiendo Marika me parecía demasiado triste e imposible.

Sé que debo hablar con ella al respecto, pero aún me falta saber algunas cosas para tener la verdad completa.

Mi Destino (Bringer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora