XII

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—Lo lamento pero debo irme —murmuró William alejándose de Amanda, su rostro estaba serio—. No puedo hacerlo, lo siento.

Salió del auto dejando consternada a la joven, quien solo reflejaba dolor en sus ojos, pero él debía hacerlo y huir en ese momento era lo único que se le ocurrió. Debía alejarse de ella por un tiempo, hasta que tenga las agallas para decirle la verdad y con lágrimas en los ojos abandonó el coche.

Una bocina la asustó volviendo a la realidad, un auto detrás de ella la obligaba a avanzar y sin más, arrancó el auto sin antes mirar a William por el retrovisor. El muchacho caminaba por la acera hacía su casa, con la cabeza gacha.

Murmuraba maldiciones para sí mismo y por un segundo pensó en mandar todo al diablo y volver con ella. Pero le costaba mentirle, solía ser muy sincero y era una decisión difícil. Entonces se juró a si mismo comenzar a cambiar, solo por ella, para ser una persona normal.

En cuanto llegó a su puerta, entró escuchando el sonido de la música, su madre estaba en casa y al parecer colocó un CD de Nirvana en el reproductor de música. La encontró echando fideos crudos a una olla mientras tarareaba al ritmo de la canción 'In Bloom' y William la miró arqueando una ceja.

—Mamá llegué del trabajo —gritó para llamar su atención, Samantha dio media vuelta con una sonrisa apenada—. Iré a mi cuarto.

Últimamente su madre salía temprano del trabajo, había aceptado que su hijo tenga un empleo entonces él la ayudaba con el dinero y ella no debía trabajar horas extras. Pero ahora estaba preocupada por otras razones y pensaba en William, quien según ella, comenzaba a crear ideas extrañas en su cabeza.

—El psiquiatra me ha dicho que vayamos mañana —anunció ella—, hablé con él y dice que debes ir por un nuevo repuesto de tu medicamento. Te dará un antipsicótico de larga duración, es mensual.

—Pero estoy acostumbrándome a los otros mamá, no puedo hacerlo —protestó el muchacho, sacando un vaso de la alacena— ¿Qué sucede si me hacen mal? ¿Recuerdas cuando me recetó ese medicamento que hizo que estuviera gordo y nervioso todo el día?

—Hijo, veo que los que tienes no te estén ayudando mucho —contestó Samantha revolviendo la olla, viéndolo servirse un poco de agua—, hable con él y prefirió unos mas... ¿cómo decirlo? Eficaces.

—Agh, tienes razón —mintió William, enjuagando el vaso para luego dejarlo a un lado, donde iban los cubiertos limpios—, iré a mi cuarto.

No tenía emoción para enfrentar las teorías de su madre, él sabía que estaba equivocada con respecto a las pastillas y aseguraba que Samantha le mentía desde hace días. Para él, Steven si existía y debía cuidarse la espalda porque Bruce viene por su familia, estaba seguro de eso. Sus ojeras son una gran señal de su insomnio.

Subió a su cuarto tirándose a la cama, pensaba en lo tonto que había sido al rechazar a Amanda de esa forma pero al escucharla diciendo: 'eres mi Príncipe Azul'. Su corazón se rompió en mil pedazos, él no era un príncipe y no salvaba damiselas en apuros.

—Desee tanto tiempo que un 'me gustas' salga de sus labios y tengo el descaro de rechazarla —gruñó tirando la almohada contra la pared, en donde se encontraba un cuadro con una versión más joven de él—. Maldito seas.

Agarró sus cabellos maldiciendo por lo bajo cuando escuchó el estruendoso timbre chillando y luego a alguien subir por las escaleras, seguramente era su madre, quien según él subía a retarlo. Pero estaba equivocado, ella venía a avisarle que alguien lo esperaba abajo.

—¿Quién es? —preguntó confundido bajando por las escaleras con su madre pisándole los talones, su rostro se tensó— ¿Qué haces aquí?

Allí en la entrada, se encontraba un chico con chaqueta de cuero mirándose en el espejo de madera de la pequeña sala, era Dominik Rawson. Traia consigo su bolso y se había levantado las mangas mostrando los tatuajes de sus brazos. El logo de Batman decoraba su antebrazo izquierdo.

EsquizofreniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora