XIX

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Amanda caminaba junto a Clara, ellas reían y hablaban acerca de anécdotas divertidas. Pero la mente de la morena estaba distante, pocas veces escuchaba lo que su amiga decía y cuando estaba presente, no entendía ni una palabra. Pero aún así, su acompañante lo notó:

—¿Qué te sucede? —preguntó la chica, volviendo a acomodar su bolso de flores amarillas al hombro— No pareces escucharme, sabes que si me lo propongo, puedo percibir el aura de las personas. 

—No te preocupes por mí Clara, me encontraré con un chico ahora, cerca del parque. Quizás este un poco entusiasmada por ello y no presto mucha atención —contestó.

—Oh, un muchacho —rió pasando un brazo por los hombros de Amanda—. Seguro debe ser muy guapo, siempre supe que tienes buen gusto y no creo equivocarme esta vez. ¿Sabes lo que deberías hacer? Si en verdad te fascina, recomiendo invitarlo a salir.

—Él se encargó de hacerlo—murmuró ella—, me invitó a un concierto el sábado, con sus amigos pero no creo que papá me deje.

Cuando alcanzaron el parque, la muchacha observó a un chico sentado en la banca, traía un gorro de lana gris y miraba sus zapatos distraído. Sonrió captando la atención de Clara, quien chilló enternecida caminando a un paso rápido, pero la sonrisa de Amanda se había desvanecido y apareció en su rostro una mueca de confusión. Un hombre más bajo que William y con cabello negro se acercó a él, con dos capuchinos en las manos y se sentó a su lado. 

Le entregó uno de ellos al rubio, quien le respondió con una sonrisa y tomó un sorbo observando la calle en donde Amanda se encontraba. Levantó las cejas sorprendido y sacó la bebida de su boca, con una gran sonrisa. Pero al igual que la muchacha, esta se desvaneció en cuanto observó a Clara.

Los dos se encontraban muy confundidos.

—Amanda, no mencionaste que tu novio traería a un amigo —murmuró Clara preocupada—, me hubiera arreglado el cabello y puesto un poco de maquillaje. Oh dios, estoy impresentable.    

—Primero, no es mi novio y segundo, ni siquiera lo sabia —contestó la morena confundida—. Además eres hermosa, el maquillaje es algo en lo que no debes preocuparte. ¿Quien será?

Se acercaron a ellos, pero Amanda sólo observaba al acompañante de William algo curiosa. De cerca parecida mucho más mayor y más pálido de lo que parecía. El rubio abrazó a Amanda sin pensarlo dos veces, temiendo por su rechazo, el cual por suerte no obtuvo y exhaló agradecido. En cambio, su hermano Stephen continuó en su lugar, mirando hacía otro lado, mucha veces la timidez se apoderaba de él.

—Cancelaron la cita para el psiquiatra, pero debo presentarte a alguien —dijo William con una gran sonrisa, separándose ella le sonrió pero luego observó a Clara extendiendo su mano—, primero tú. No hagamos esperar a tu amiga, soy William.

—Soy Clara, confidente número uno de tu chica —contestó estrechando su mano, la apretó fuertemente y William nunca pensó que tendría tanta fuerza—. Lo que significa que si llegas a lastimarla, aprovecharte de ella o siquiera llegar a mirarla lascivamente sin su permiso. Te asesinaré y luego tiraré tu cuerpo a los leones, trabajo en un zoológico.

—Me di cuenta —susurró él alejándose, se hizo a un lado dejando a la vista a Stephen, quien sonrió avergonzado—, él es Stephen. Mi her-hermano mayor, supongo.

No comprendía mucho como debía llamarlo, pero optó por decirlo para no dar muchas explicaciones. También notó el nerviosismo de Stephen, lo cual le hizo entender que estaba en los genes, si no fuera por Amanda (con quien podía actuar normalmente) se pondría muy nervioso delante de chicas bonitas y llegaría a su casa enfadado consigo mismo. Aunque no sabe si esa es la razón de Stephen, ya que son muy jóvenes para él.

EsquizofreniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora