XV

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William cruzaba la calle, nadie iba a detenerlo de decirle a Amanda su situación, mientras eludía las cajas de mudanza pensaba en un gran discurso. Entendió también que los nuevos vecinos, habían ocupado la antigua casa del hombre pervertido que solía mirar a su chica y se alivió un poco.

Pero no por mucho tiempo, ya que su nueva competencia era bastante aceptable, según él. Una señora de aproximadamente sesenta años se acercó a William con una tarta en la mano y el chico supo lo que sucedería; tratando de pasar desapercibido miró hacía el suelo caminando rápidamente pero no funcionó.

—¡Tú! —gritó la señora de cabello negro, acelerando su paso al igual que el muchacho— ¡El rubio! Quiero decirte algo.

El joven no tuvo alternativa que mirarla con una falsa sonrisa, mientras dejaba de caminar. Recordó lo horrible que era tener nuevos vecinos, siempre presentándose delante de nuevas personas dispuestas a entablar una conversación con él y luego debiendo decidir si les agradas o no. Odiaba esa falsa modestia.

—¿Me habla a mí? —preguntó falsamente sorprendido, no estaba de humor— ¿Puedo ayudarla en algo señorita?

—Que ternura, aparte de guapo, caballero —rió ella acercándose al chico, llevaba un vestido floreado color rosa pastel—. Supongo que eres nuestro vecino y no dudé ni un segundo en regalarte este pastel.

—Oh, muchas gracias —habló William confundido, aceptando el pastel de frutilla, lo sostuvo entre sus manos—. Si no le importaría debo...

—Mi hija está tan entusiasmada, de mudarse a este vecindario —interrumpió la mujer, el muchacho maldecía en sus adentros—. Mi nieto Marcus también, el pobre nunca tuvo amigos y siempre me engaña fingiendo tenerlos. Creo que tiene tu edad, le encantan los videojuegos...

—Señora lo siento, debo...

—¡Es el chico mas genial del mundo, si llegas a conocerlo! —volvió a hablar, irritando al chico— A veces un poco terco, pero se lleva bien con la mayoría y es nuevo aquí, necesitará a alguien que le muestre el vecindario.

—Los siento, señora...

—Él ama los videojuegos, últimamente tiene un extraño fanatismo por los comics —continuó mientras el muchacho miraba por detrás de su hombro, intentando contener sus impulsos de correr hacía la casa— le gusta Infamous. Tiene todos los videojuegos.

—Lo repetiré solo una vez mas, señora debo...—se interrumpió mirándola con una mueca interesada, olvidándose de su objetivo— espere, ¿acaba de decir Infamous? Me encanta la historia, supongo que reconsideraré el tour por el vecinda...¡Pero qué digo! Lo siento, tengo prisa.

Cruzó por su lado devolviéndole el pastel, para luego alejarse negando con la cabeza, recobrando la conciencia y sintiéndose extraño. ¿Él acababa de reconsiderar ser amigo de Marcus, su nuevo enemigo? Era ridículo.

Se acercó hacía la puerta ordenando su cabello, para luego levantar la mano en forma de puño acercándola a la entrada, estaba indeciso y su corazón no paraba de latir. Notó que el sudor recorría sus palmas, pero frotándola sobre la tela de su pantalón logró secarla un poco (solo un poco). Tocó sin pensarlo dos veces.

Esperó unos minutos, sintiendo que nunca respondería, hasta que decidió rendirse y dando media miró por última vez a la casa. Pero por el otro lado, Amanda miraba por la perilla confundida dispuesta a abrirle (lo odiaba por rechazar sus visitas), sin antes ordenar su ropa y su cabello con la intención de arreglar su estilo desaliñado. Pero no se percató en el tiempo de espera de William.

EsquizofreniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora