XX

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Amanda observaba su taza de café sin decir ninguna palabra, era momento de irse, pero ella aún no quería. El silencio incomodo entre ellos había acabado y los ojos de William habían vuelto a su color original, dejando atrás las lágrimas.

Todo entre ellos había vuelto a ser normal, disfrutando la compañía del otro.

—¿Qué piensas acerca de tener un celular de nuevo? —preguntó Amanda regalando un cálida sonrisa luego de darle un sorbo a su café.

William no había pensado en eso, se olvidó completamente de comprarse un nuevo móvil desde que comenzó a salir con Amanda. Rió pensando lo olvidadizo que era y el amor obsesivo que tenia hacia la chica para olvidarse de todo cuando la está a su lado.

Por suerte, no olvido como respirar cuando estoy con ella, pensó con una sonrisa. 

—Quería hacerlo, pero aún estoy ayudando a mi madre a pagar las deudas de la casa—respondió mirando su torta—, quizá luego.

—Cuando lo hagas, avísame —murmuró—, para estar comunicados en momentos difíciles. Ya sabes, de esa forma podrás llamar alguien cuando te sientas mal y espero que tu primera opción sea yo.

—Lo serás —habló William tomando su mano.

Decidieron pedir la cuenta, dejando propina al mesero antes de irse, lo cual William hizo a regañadientes y con constante muecas de disgusto en su rostro. Sólo porque Amanda así lo quería, debía dejar sus celos de lado, a pesar de que el número del mesero se encontrara escrito en un pequeño papel.

Ella miró su reloj, rogando que su padre no se enoje con ella, pero luego recordó que él estaría muy distraído en su cita con la mujer misteriosa y se relajó sólo un poco. Habló con sus hijos al respecto la otra noche, según él, todavía estaban conociéndose y necesitaban un tiempo para aclarar su relación. En otras palabras, hacerla oficial delante de sus hijos.

Amanda descubrió a William, quien tenía su mirada en ella repleta de admiración pero la chica notó las bolsas debajo de sus ojos. Su aspecto ya no la asombraba, desde que lo conoció ese día en el parque, siempre traía ojeras y se veía más descuidado de lo que debería. Algo en lo más profundo de su cerebro le decía que William comenzaba a empeorar de nuevo, pero se había negado aceptarlo y borró ese pensamiento en unos segundos.

Ella encontró en él a una persona increíble, algo que ninguno había hecho antes y él estaba agradecido por ello. 

—¿Te gustan los libros de fantasía? —preguntó William, la chica sólo asintió con la cabeza distraída todavía pensando— Espérame.

Algo que la trajo de nuevo hacia el presente y miró hacia sus lado cuando descubrió que William ya no se encontraba a su lado. En cambio, una librería se encontraba frente a ella y observó como el muchacho entraba rápidamente sin previo aviso.

—¿Qué haces? —susurró mordiendo su labio inferior.

Amanda notaba como lo miraban cuando se mostraba tal cual es, los ojos de esas personas curiosas que intentaban buscar ese defecto en él, ellos sabían que algo andaba mal en William y hacían lo posible para descubrirlo. A la muchacha le resultaba desagradable, no creía como las personas no pueden ser más disimuladas y se juró a sí misma que haría todo lo posible para que nunca lo note.

Pero ya era demasiado tarde, él estaba al tanto de ello.

Apareció minutos después con una bolsa en la mano izquierda, nada arruinaría ese día ella y le entregó el regalo con una sonrisa inocente. Ella lo abrió confundida pero arrugó la nariz cuando se encontró con el libro: Harry Potter y la Piedra Filosofal.

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⏰ Última actualización: Oct 19, 2016 ⏰

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