VIII

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Es curioso el estar en un trance. Creo que eso fue lo que me pasó. Estar en un lugar, y a la vez en otro; el estar ausente en el mundo cotidiano, para terminar en uno imaginario, y así, viajar a lo más recóndito de tu palacio mental.
Mi palacio mental es una especie de museo, cada sala representa un desorden mental que yo tengo, o simplemente mis emociones. Y ahí estoy yo, vagando por la sala de "Terrores nocturnos".
-¡Despierta!- bofetada- ¡Despierta!- otra bofetada- ¡Despierta maldita sea!- otra bofetada, con esta me despierto, ouch.
-Ouch- es lo único que pude decir, hasta que ¡sorpresa! Me dio otra bofetada, ¿Mano pesada? Si.
-¿Cuál es tu jodido problema?- me dice asustada, acto seguido, me abraza.
-Desde que tenía trece años- le explico-, comencé a tener terrores nocturnos. Eso sucedió gracias a que vi a un anciano morir frente a mis ojos.
-¿Eso ocurrió en verdad?
-¿Qué acaso no me crees? ¡Apareció en las noticias hace diez años!
-Yo acabo de mudarme, antes vivía en otro lado, no me enteré de nada.
-¿Y qué fue lo que te despertó hace rato?
-Un sueño que terminó como pesadilla.
-¿me lo cuentas?
¿Cómo diablos le explicaría que soñé con ella? Pero no sólo soñar con ella, sino que un sueño "romántico".
-No.
-¿Por qué?
-Porque no, ¿quieres comer algo?
-Primero cuentame lo que soñaste antes.
-No quiero.
-¡Por favor!- dice en tono de súplica- prometo no reírme.
-¡Ah! De acuerdo, es algo sádico.
-No importa.
Y así, comienzo a narrarle el sueño que tuve al principio, en el cual me "automutilaba" mis piernas.
-Así que- comienza a decir Sally- el dolor era real.
-Así es.

Un simple tratoWhere stories live. Discover now