Tiempo después.
Olivia disfrutaba de una comida en aquel restaurante que había visto días atrás, cerca de su edificio. Este era de comida rápida, sin embargo lo que había pedido lucía bastante bien.
Junto a su plato de patatas y huevo con tocino a medio comer, sostenía un libro que debía leer para su clase de literatura ese mes. El lugar estaba en completo silencio y ya había considerado en ir allí cada vez que necesitara estudiar. Su departamento no era el mejor lugar para hacerlo; las tuberías estaban estropeadas y producían mucho ruido al igual que la persona que vivía en el departamento de arriba.
Tomó un poco de su café antes de pasar un mechón de su cabello detrás de su oreja.
Olivia era una chica alta y delgada, su cabello era rojizo, lacio, sus ojos eran verdes y las pecas cubrían sus mejillas casi por completo. Eso no le había ayudado en la escuela cuando era niña, ni con los chicos. También usaba lentes y era un poco torpe.
Cruzó sus piernas de diferente manera cuando sintió que una de ellas comenzaba a dormírsele.
Pasaron solo algunos segundos cuando sintió a alguien pararse junto a ella. Una sombra negra había llenado sus ojos, sin embargo no levantó la vista.
Cerró sus ojos, los cerró con fuerza mientras contaba hasta diez, después hasta veinte, incluso treinta. Pero la sensación de sentirse observada seguía ahí y ella estaba a punto de llorar.
─¿Te encuentras bien?
Olivia respingó levemente antes de abrir los ojos avergonzada. Todas las miradas estaban puestas en ella, no había demasiada gente pero pudo divisar a algunos compañeros de sus clases quienes se reían de ella desde su mesa.
El mesero la miró con desconcierto y ella comenzó a guardar sus cosas. Maldijo al darse cuenta de que aún tenía que pasar por el mostrador a pagar antes de irse.
Se colgó la bolsa al hombro y caminó hasta donde una chica la esperaba detrás de la caja registradora.
─¿Crédito o débito? ─preguntó la chica cuando ella sacó su cartera.
Con suerte había podido sacar algunos de sus documentos de casa de su madre, era obvio que no tenía una tarjeta. Aunque no podría pagarla de todas formas.
─¿Puedo pagar con efectivo?
─Seguro ─le sonrió antes de recibir el billete que la pelirroja le tendía.
Una vez guardó el cambio en su bolso, salió de allí sin correr, por más que deseara hacerlo, no quería llamar más la atención.
Caminó por la calle, sintiendo el nudo subir por su garganta.
Sus piernas comenzaron a temblar, al igual que su labio inferior, no podía caminar con facilidad, ni siquiera respirar correctamente.
No supo cuando comenzó a llorar, hasta que las lágrimas mojaron sus mejillas por completo.
Estaba siendo patética.
Pero no podía evitarlo.