Harry estaba recostado sobre una tumbona, mientras su mano trataba de encender su primer teléfono celular.
Por supuesto que sabía leer pero las instrucciones le parecían demasiado extensas.
Si un bebé puede usar un teléfono ¿Por qué él no?
Olivia lo observaba desde lejos, arriba de una gran silla color amarillo, de esas como las que había en las playas. Llevaba un traje color rojo de una sola pieza y había levantado su cabello en una coleta.
Sonrió un poco al ver como aquel chico presionaba los botones de su teléfono.
Pensó en acercarse, pero debía estar al tanto de los niños jugando en la piscina.
Suspiró bajando los lentes de sol hasta sus ojos y abriendo la revista que había traído.
El día fue bastante tranquilo, nadie se ahogó o hirió de gravedad, por lo que su trabajo fue prácticamente sentarse toda la tarde a leer.
Eran casi las doce de la noche, Olivia se encontraba limpiando la piscina como le habían indicado, solo debía remover la basura que flotara en la superficie lo cual era un trabajo muy fácil ya que la mayoría de la gente hospedada en el hotel era adulta y no dejaban mucha basura en el lugar.
Ella comenzó a tararear una canción mientras llevaba aquel largo aparato a su lugar, ya solo faltaba media hora para que pudiera irse a casa.
Contaba los días para recibir su primer sueldo y por fin poder comprar algunas cosas que necesitaba para su departamento.
En cuanto cerró la puerta del cuarto en donde los casilleros estaban, pudo divisar una sombra, era alguien sentado en la orilla de la alberca, los pies de ese individuo se encontraban en el agua.
─Disculpe ─ella aclaró su garganta ─La piscina ha cerrado ya.
El rizado volteó el rostro directamente hacia donde Olivia se encontraba.
Su mirada la recorrió por completo.
La pelirroja se sintió increíblemente incómoda, el chico lucía escalofriante, era como si de noche fuera otra persona.
Se removió con cuidado y caminó un poco más cerca del chico, quién seguía sentado en el mismo lugar, observándola.
Pasaron unos segundos antes de que Harry sacara sus pies del agua y se levantara.
El único sonido que los rodeaba era el de los autos y algunos grillos en la oscuridad.
─No puede estar aquí ─ella balbuceó cuando el rizado se acercó hacia ella.
Sus ojos se veían negros desde donde ella estaba y un escalofrío le recorrió la espina dorsal.
Se quedaron allí parados por más de un minuto hasta que la puerta se abrió.
Olivia dio un brinco, volteando hacia el conserje el cual venía para acomodar los filtros de la alberca.
─¿Qué haces allí parada niña?─ el señor le preguntó con una sonrisa ─Ve adentro antes de que te coman los mosquitos ─ríe antes de comenzar a tararear y emplear su trabajo.
Ella volteó hacia atrás pero él ya no estaba.
No había ni una sola pista de Harry Styles.