10. Fuego lacerante.

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ZAYN MALIK - PILLOWTALK

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ZAYN MALIK - PILLOWTALK

Con cuidado, minutos después la separó. Acarició su rostro quitando algunos mechones, observando sus labios hinchados, sus ojos adormilados, pero a la vez esperando lo que vendría. Negó cerrando los párpados. Entró al baño y rápidamente salió. Ella continuaba ahí, sin moverse. Se acercó sin decir nada, la pegó a su pecho y se tendieron ambos sobre las cobijas revueltas.

Ninguno hablaría, no sabían qué decir, no después de aquello, no después de días deseándolo, no después de no poder acomodar en su interior lo que estaba ocurriendo.

Mucho tiempo después el sonido del móvil de Kristián los sacó del trance. Ambos estaban casi por caer en un sueño profundo. Se removió quejándose. Sentía su mano sobre su cadera y su piel deliciosamente cerca de la suya. Nuevamente volvió a escucharse. Se levantó sin más y fue a responder, siempre estaba al pendiente por la propia situación de su abuela.

-Blanca, ¿qué ocurre? -La escuchó hablar aún tendido sobre aquella superficie intentando poner la cabeza en blanco. Kristián le dio algunas instrucciones y colgó. Apareció desnuda, un tanto tímida, junto a aquella pared sobrepuesta, no dijo nada y eso era demasiado raro. Él la observó en silencio, absorbiendo lo que su iris captaba, respiró con mayor calma.

-¿Debes irte? -preguntó al fin con voz neutra. Negó torciendo los labios. Rio al ver esa expresión nuevamente, parecía más joven cuando lo hacía-. Ven -y alzó el brazo, por una vez deseaba que las palabras no calaran, no pensar en nada salvo en que ahí estaba, disfrutando de esa joven, de su compañía, de lo que a su lado no existía. Ella anduvo hasta su mano y entrelazó sus dedos. Se miraron nuevamente. No lograban acomodar nada. Sin más la pegó a su pecho y la besó lánguidamente, con cuidado-. ¿Tienes hambre? -quiso saber al separarse un segundo, no había hablado prácticamente desde que la llevó ahí.

-Sabes que sí -admitió con voz pastosa, volviendo a besarlo con esa familiaridad que surgía. Respondió con ardor.

-Comida china, ¿está bien? -soltó contra sus labios.

-Sí -admitió alejándose un poco de su boca. No tenía idea de qué pretendía. Cristóbal tomó el teléfono que se hallaba en la mesa de noche, a su lado, marcó y se puso el auricular en la oreja, observando sus labios y ojos a la vez. Ordenó a Roberto lo que creyó le gustaría, buscando en cada frase su consentimiento, mismo que llegaba con sonrisas y asentimientos.

-En media hora estará aquí -anunció colgando y retomando lo que hacía. Se besaron sin importarles nada salvo lo bien que se sentían al hacerlo, saboreándose sin limitarse, descubriendo terminaciones en sus labios que desconocían y que los mantenía en vilo.

La comida llegó interrumpiendo sus roces, sus gemidos. Él prendió algunas luces tenues pues ya había oscurecido, al tiempo que se calzaba el bóxer e iba a recibirla.

Atormentado Deseo  © ¡A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora