13. Caída libre.

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SELENA GOMEZ - HANDS TO MYSELF

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SELENA GOMEZ - HANDS TO MYSELF


Casi a las tres de la mañana logró acabar todo, nuevamente. Cada anotación, y observación iba debidamente diferenciada, así como lo que creía sobraba.

-Ojalá te despida por primate -musitó observando su mentón en el espejo del baño, uno de sus dedos dejó una leve marca que buscó cubrir un poco con el maquillaje. Deseaba ir a buscarlo y darle ese buen rodillazo que le debía.

Al llegar, dejó todo sobre el escritorio como solía. Jimena apareció un segundo después, tan serena como siempre. Conversaban animadamente cuando su jefe apareció.

-Buenos días, Señorita Navarro, entre por favor -solicitó serio.

De inmediato tomó sus cosas e ingresó a la moderna oficina, tan pulcra y sofisticada como él. La puerta se cerró tras ella con un suave clic. Creyendo que Roberto también estaría ahí, como solía, se acomodó en la silla y comenzó a verificar la información de su tableta.

-¿No tiene algo que informarme? -apuntó desconcertado por su quietud. Kristián volteó y buscó con la mirada a su escolta. No lo vio-. Está arreglando unos asuntos que le pedí. Ahora... -y alzó la barbilla cruzándose de brazos, molesto-. ¿Qué pasó a noche?

La chica torció la boca dejando los papeles y demás cosas sobre el escritorio. Se puso de pie recargándose, suspirando.

-Supongo que ya lo sabe, ese hombre perdió los estribos y vino a provocarme... En cuanto termine la reunión iré a Recursos Humanos -lo decía sin problemas, con simpleza. Además, lucía cansada y conocía el motivo, ese infeliz hizo que tuviera que repetir su trabajo.

La lejanía de días se hacía dolorosamente presente cada vez que hablaba, o reía, siquiera olía su fragancia al pasar frente a su escritorio, pero en ese momento creció de forma desmesurada, no soportaba pensarla en aquella situación, menos saberse el responsable, no obstante, Kristián lo estaba manejando sin hacer una tormenta alrededor de ello.

-No hace falta, en este momento está firmando su liquidación. -dijo. La joven abrió los ojos asombrada. Cristóbal se acercó quedando a menos de un metro, con gesto imperturbable-. ¿Qué? ¿Abogarás por él? -la desafió.

Ella sonrió negando.

-Por supuesto que no, es primitivo, y solo lamento no haber tenido tiempo de dejarle un golpe sobre su rostro -ahora parecía molesta. Eso ahuyentó de cierta manera su ira.

Era tan particular, nada de dramatismo, nada de victimizarse, solo lo que él mismo hubiera deseado hacer. Pero se abstuvo dejando todo en las manos del departamento encargado del personal, si lo veía, le rompería la cara y no se podía permitir perder los estribos hasta ese punto. De pronto notó al lado de su barbilla un diminuto hematoma. Su expresión se descompuso a un grado tal que ella creyó se sentía mal. El hombre elevó la mano con lentitud hasta que llegó a ese sitio.

Atormentado Deseo  © ¡A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora