MIND - SKRILLEX & DIPLO
Dio sin problema con el lugar. Su jefe se había marchado a las siete, pero ella aún tenía cosas que hacer, por lo que hasta no avanzar no salió de ahí, una hora y media después. El tránsito, como era de esperar, la demoró, sin embargo, llegó quince minutos después de la hora estipulada ya que no estaba lejos de donde eran las oficinas.
Con las palmas sudorosas y el corazón martilleando siguió las instrucciones. Se asombró al ver que no era una torre a todo lujo, aunque sí lucía prácticamente nueva. Se hallaba algo recóndito, además, se ubicaba en una calle cerrada que no daba mucha opción a la circulación.
Divisó el auto de Roberto, evidentemente él sabía que iría y eso, sin poder evitarlo, coloró sus mejillas. Resopló logrando así que su flequillo se moviese. ¡En qué cosas se metía!
Dejó su coche al lado del suyo. Encontró sin problema el elevador y subió. Esperó en silencio torciendo la boca de un lado al otro. La expectación, nervios y ansiedad, no ayudaban en nada, al contrario, en dos ocasiones estuvo a punto de detener el aparato y regresar a la seguridad de su vida, de lo que sí conocía, sin embargo, al evocarlo, al imaginarlo de nuevo tan cerca, el calor subía y la cabeza dejaba de pensar pues el cuerpo la dominaba por completo.
El ascensor se abrió, respiró hondo y avanzó. La puerta era de madera oscura. Elevó la mano, iba a tocar, pero recordó la llave que portaba. La sacó del bolso y sin pensarlo mucho la introdujo haciéndola girar. Su pulso se disparó al escuchar la suave música en el interior. Entró con cautela. El sitio no tenía nada de austero, anduvo por el angosto corredor.
Del lado derecho, ventanas de piso a techo cuadriculadas con herrería negra, un metro adelante, una diminuta cocina del lado izquierdo y justo en frente, una sala con dos sillones para dos personas y una banca recargada en las ventanas que daban a una terraza iluminada de manera íntima.
Pasó saliva sintiéndose de pronto como una niña. Todo estaba perfectamente decorado por expertos, eso era evidente, no obstante, ese sitio no tenía el alma de nadie. Lo vislumbró afuera, hablaba por el móvil y llevaba una copa en la mano. Dejó el bolso en la pequeña barra de la cocina.
No tenía nada que hacer ahí, se dijo observándolo todo, encontrándolo demasiado frío, incluso inundado de colores cálidos. La cama estaba justo tras una simulación de muro que daba a lo que era la sala. Las palmas le sudaron al recordar por qué estaba de pie en ese sitio.
-¿Reconociendo el terreno? -Su voz logró que diera un respingo. Giró pestañeando. Él se hallaba justo en la entrada de la terraza con la camisa abierta de los dos primeros botones y sin corbata. Enseguida la sangre bombeó como desquiciada.
-Es bonito -musitó sin moverse. El hombre dejó vagar la mirada por todo el lugar como si no lo hubiese notado.
-Pensaba rentarlo... Es como cualquier otro sitio -zanjó midiendo sus reacciones. Pese a que siempre parecía relajada, le agradó verla por primera vez algo tensa. Eso era nuevo-. ¿Quieres un poco de vino? -le invitó acercándose. Kristián asintió sin perder detalle de sus movimientos. Un segundo después le tendió la copa. En cuanto el líquido entró, su sistema se lo agradeció, lo necesitaba.
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Atormentado Deseo © ¡A LA VENTA!
RomanceCompleta versión borrador. Un hombre que, años atrás, creyó entregar su corazón y al hacerlo, lo perdió todo. Sin saber, Cristóbal Garza, en su juventud, unió su vida a una mujer llena de resentimiento y carente de escrúpulos. Al quedar esa maldad...