24. Palpitaciones.

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SEVEN LIONS FT ELLIE GOULDING - DON'T LEAVE

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SEVEN LIONS FT ELLIE GOULDING - DON'T LEAVE



Cristóbal vio el sol salir perdido en sus recuerdos, en la memoria de cada momento, de cada detalle. Revivirlo todo lo tenía agotado, pero de alguna manera tenía que cerrar ese círculo. Necesitaba acabar con eso. Kristián lo merecía, ella, su hijo, debía estar a su lado, quería hacerlo y para ello debía encontrarse de nuevo, escarbar en su pasado, desenterrar lo que solía desear, lo que solía querer, lo que solía ser. La amaba, la amaba demasiado pese al poco tiempo de conocerla. Eso que sentía no podía ser otra cosa, la prefería lejos que triste a su lado, buscar conservar su sonrisa era lo más importante, su meta, y en ese instante se sentía incapaz de lograrlo, sin embargo, lucharía, pelearía, debía hacerlo porque pese a sentir que no era la mejor opción para alguien como esa sirena que lo embrujaba, la necesitaba, era consciente de que no podría seguir si la tenía lejos, sin su olor, sin su sabor y mucho menos sin su mente vital, única. Pero en ese instante, no era la mejor compañía, debía acomodar sus ideas, sus sentimientos, alejar aquello con lo que convivió años. Ella merecía la mejor versión de sí mismo, la conseguiría, se la mostraría.

Se frotó el rostro hundiéndolo entre sus piernas flexionadas. ¿Cómo se limpiaba el alma? Kristián debía estar ya en su habitación, seguramente dormida, herida nuevamente por no saber cómo enfrentar esa maldita realidad. Cuando estuvo solo, era sencillo, no temía y podía vivir sumido en su inmundicia, pero ya nada era como debía, eso era aterrador y alentador al mismo tiempo y debía encontrar la manera de llegar hasta el centro de su ser, tirar al drenaje toda ese mierda y emerger.

Nadó un par de horas en la piscina. Debía ir con Gregorio por la mañana. Lo tranquilizaba saber que tendría buenas noticias respecto a Lorenzo, eso mantendría a salvo a Kristián, a ese bebé que ya vivía en sus pensamientos todo el tiempo y que ansiaba conocer.

Al salir, ya había amanecido. Ella descendía en silencio enfundada en un vestido azul eléctrico que la hacía ver sencillamente bellísima.

Lo vio con la toalla enredada en su torso y su bermuda húmeda. Se tragó todo lo que provocaba. No era el momento, ya no.

-Desayunaré algo -musitó sin detener sus ojos más tiempo del indispensable sobre su cuerpo-. Los abogados de Gregorio ya me esperan en la empresa. -Parecía tan lejana, tan fría, y al mismo tiempo tan vulnerable. La observó verter jugo en un vaso y tomar una manzana. ¿No comería? Se sentía aún más sumido al verla, una herida más, y no podía evitarlo.

-Bien -logró decir sin moverse. Comprendiendo su actitud, pese a que le dolía como si lo estuviese quemando por fuera y por dentro.

-Mi equipaje está listo. Le pediré a uno de los chicos que lo baje, ¿te parece? -Se iba. Apretó los puños dimensionando lo que ahí ocurría. Ella se marchaba. No lo confrontaría, no le diría más. Era lo mejor.

Atormentado Deseo  © ¡A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora