14. Rosa carmesí.

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ALAN WALKER - FADED

La mañana transcurrió como solía. Sin embargo, había miradas, movimientos que los alertaban, gesticulaciones que no lograban esconder del todo, pero que no eran evidentes para nadie.

Cuando iba a apagar el monitor de su ordenador, casi a las ocho, apareció Luis, uno de sus compañeros de trabajo y con quien más discutía sobre futbol. Le sonrió como solía, extrañada de verlo ahí. De pronto, de la solapa del saco, extrajo una rosa carmesí. Abrió los ojos de forma desorbitada.

-Luis... -musitó nerviosa. Odiaba ese tipo de situaciones, no le agradaba lastimar a nadie.

-Vamos, Kristián, es tuya -y se la acercó. La joven la tomó con las palmas sudorosas-. Salgamos, no sé, a cenar, al cine, lo que quieras... Divertirnos, conocernos fuera de aquí.

Ella observó la flor con los ojos desorbitados.

-Señorita Navarro -la gruesa voz de Cristóbal la hizo girar. Sabía que seguía ahí, pero no escuchó que abriera la puerta. Se puso aún más nerviosa.

El chico se tensó al ver a su jefe, mientras invitaba a salir a esa linda joven que le fascinaba a más de uno en la empresa.

-Luego te busco, piénsalo. Con permiso, señor Garza -y desapareció sin más. Cristóbal observó lo que llevaba entre las manos con la ira dibujada en cada dura facción, apretando los puños para controlarse, para no decir ni hacer nada al respecto pues sabía no tenía derecho a nada, él mismo lo propuso así y era lo más sano para ella, aun así, no lograba alejarla.

-Entra -pidió con un tono gélido, lleno de amenazan, pero también cargado de ansiedad.

En cuanto pasó a su lado, cerró la puerta, aferró su nuca y la besó con desespero, como venía deseando hacer desde que dio la hora en la que el personal solía irse. La joven, sin pensarlo, rodeó su cuello devolviéndole el gesto. La tocaba con necesidad, con bravura.

Poco a poco la fue arrastrando hasta el baño, cerró también, mientras ella jadeaba al sentir sus besos exigentes, al ser consciente de sus manos pegándola a su excitación.

Elevó su falda, desabrochándose el pantalón, necesitaba tomar todo de esa mujer. Kristián perdía toda la proporción, no pensaba, no podía, Cristóbal, tampoco. Sus manos de repente se perdieron en sus pliegues logrando que se arqueara, transpirando. Su corazón marchaba a toda máquina, tanto que escuchaba sus pulsaciones por detrás de la oreja. De pronto, el dueño de su deseo, se deshizo de sus bragas, elevó una de sus piernas, la sujetó con fuerza y se adentró en su cuerpo sin más. La chica gimió asombrada, pero él lo absorbió hundiendo su lengua con mayor exigencia. Todo era absolutamente primitivo, sin un gramo de ternura, solo pasión, deseo, necesidad.

Lujuria, gemidos, y el roce de sus cuerpos, fueron los testigos de esa ruda entrega. Cuando no pudieron más ella lo aferró con fuerza, mientras él dejaba salir un gruñido gutural.

Atormentado Deseo  © ¡A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora